Sociedad

Decadencia

Existe cierta propensión ahora a ensalzar la mediocridad, que parece solazarse y hasta pasarlo bien en las plazas de la res pública, pero también en los patios de lo privado, y retirar de la escena a figuras privilegiadas, dotadas con lucidez

Raúl del Pozo acertaba hace unas semanas al apuntar que estamos entrando en una nueva edad media. Raúl del Pozo no es decano en este oficio solo por las tablas y el yunque de la experiencia, también por haber acuñado una mirada, que es la personalidad y el ánima de cualquier periodista, o sea, la manera que se tiene de leer/interpretar la realidad, que siempre es social, económica, política, cultural. Y él, que ya se ha acodado en muchas barras y ha visto derribar más de una escultura, algunas de carne y hueso, y unos cuantos muros de Berlín, ahora percibe síntomas de declive en ciertos abanderamientos políticos y en estas guerras anacrónicas que gasta Putin, un KGB de otra centuria.

El maestro tiene razón, pero también por latidos de fuerte eco que nos llegan de otros aleros igual de altos, más allá de esa imparable disolución de la cultura en la corriente del entretenimiento y lo mercantil, que recuerda a la indeleble imagen de un azucarillo en un vaso de agua. Existen otros indicios preocupantes que animan en la fantasía esos periodos que anticipan la marcha de un tiempo de bonanza. Un diagnóstico evidente que asoma en esa querencia, presente en todas partes, por aupar a los mediocres, conceder regalías a quienes no se las merecen y orillar a las personas con talento o inclinadas al esfuerzo, porque en la nueva lógica la meritocracia es un asunto de saldo y el don, algo aplazable, sino, a orillar.

Existe cierta propensión ahora a ensalzar la mediocridad, que parece solazarse y hasta pasarlo bien en las plazas de la res pública, pero también en los patios de lo privado, y retirar de la escena a figuras privilegiadas, dotadas con lucidez, porque la lucidez, para las almas contrarrestadas de juicio, es una luz que hiere. Aquí el juego va de filias y fobias, amigotes y amigables, intereses fulleros y pecuniarios, de dar cancha a voces espectáculo y denostar a aquellas otras de mayor autoridad. Pura decadencia.