Italia

«Presidente» Meloni o la política trampantojo

Frente a la resignación ante las incongruencias, resulta imprescindible activar la capacidad crítica para discernir lo cierto de lo simulado

Citar a Fallaci a la vez que se exige que se dirijan a una con un cargo declinado en masculino es un ejercicio de funambulismo lingüístico-político al alcance de muy pocos. O de muy pocas, ya que estamos. Giorgia Meloni lo ha hecho. Horas después de anunciar que empleará la fórmula «il presidente del Consiglio» para denominarse a sí misma, dedicó parte de su discurso de investidura en el Parlamento italiano a rendir homenaje a las mujeres que «han construido la escalera que me ha permitido romper el techo de cristal... Oriana, Maria, Nilde». No las mencionó por sus apellidos, se refirió a ellas solo por sus nombres, aunque era evidente que detrás estaban Fallaci, Montessori, Iotti. Ni más ni menos. El recurso a tótems de la Italia reciente envuelve un extraño juego de espejos distorsionados que conecta un explícito reconocimiento a mujeres que la precedieron con un confuso mensaje para todas aquellas que la seguirán.

Un ejemplo de «sí, pero no», un peligroso retroceso (según consideró abiertamente la propia RAI), o una frivolización del feminismo, igualdad «ma non troppo», que tiene implicaciones más allá del caso aislado para insertarse en una estrategia perfectamente deliberada, cada vez más frecuente. Y de la que Meloni ya es icono imprescindible: un arriesgado equilibrio entre el ser y el parecer, entre la ideología que se practica y la que se proyecta que termina devaluando la política hasta la categoría de trampantojo, como una ilusión óptica con la que engañar a los ciudadanos haciéndoles creer que ven algo distinto a lo que en realidad están viendo. Que si la presidenta coquetea (o más) con el rechazo a la Unión Europea y siembra dudas sobre su compromiso comunitario, todas ellas quedan diluidas en el mismo momento en que consolida su victoria. Como europea, entiéndanme, me felicito de este giro en el ejecutivo de la tercera economía del euro, pero ¿cuál de todas las Meloni es la verdadera?

Forzados, como estamos, a participar en este pasatiempo contemporáneo que nos obliga a adivinar dónde se ubica la realidad y dónde la ficción, en el que ya no sé sabe muy bien quién es cada político ni qué representa realmente, la responsabilidad individual recupera su valor. Frente a la resignación ante las incongruencias, resulta imprescindible activar la capacidad crítica para discernir lo cierto de lo simulado y evitar tener que preguntarnos si se engaña manifiestamente a los ciudadanos o si son los ciudadanos quienes, más o menos conscientemente, se dejan engañar. Y en esa respuesta, que no es nada sencilla, se ocultan muchas claves para resolver el mal de nuestro tiempo.