Política

El elefante, el jinete y la sedición

El principal alegato esgrimido por el Gobierno, equiparar el tipo penal español al de nuestro entorno, decae por falso

Jonathan Haidt tiene muy claro el orden en la toma de decisiones: los seres humanos acudimos primero a la intuición y después, solo después, al razonamiento. El prestigioso psicólogo social radiografía nuestro mundo en «La mente de los justos» y trata de comprender cómo es posible que, en una sociedad tan conectada, con unos niveles de comunicación inéditos en la historia, la polarización alcance cotas estratosféricas. Se cuestiona, como si tumbara a sus congéneres en un diván, por qué los acuerdos terminan condenados a la categoría de unicornio contemporáneo mientras el enfrentamiento se consolida como la forma habitual en la que nos relacionamos. Y recurre, para explicarlo, a la imagen de un elefante montado por un jinete dentro del cerebro: el animal (las emociones) tendría el control sobre el yóquey (la razón). Los individuos no sopesaríamos argumentos para alcanzar conclusiones, sino que las buscaríamos «a posteriori». Un proceso, como de justificación tardía, que resulta aplicable a todas las decisiones individuales y cotidianas. Pero también a las comunes.

Y, en estos días, en que vuelve al debate sobre la reforma del delito de sedición en el Código Penal, conviene plantearse los motivos para acometer un cambio de semejantes características. Sin objetar nada a que cualquier variación legislativa es perfectamente legítima, resulta imprescindible abordar las causas de ese impulso modificador. Veamos. No se aprecia urgencia social manifiesta, no hay un número tal de españoles afectados que inunden las Cortes de peticiones y el principal alegato esgrimido por el Gobierno, equiparar el tipo penal español al de nuestro entorno, decae por falso en cuanto se analizan las figuras que castigan los mismos hechos con penas más altas, incluso cadena perpetua, en Alemania o en Francia. Entonces, si ninguna de estas premisas conduce al imprescindible retoque normativo, ¿no será que estamos ante una decisión predeterminada, de esas en las que el elefante se impone al jinete?