PSOE

Logros progresistas

El gasto «social» nunca es social sino político, porque el poder político fuerza a sus súbditos a financiarlo mediante impuestos que, como su nombre indica, no son optativos.

Comprendo perfectamente que el PSOE celebre con entusiasmo el cuadragésimo aniversario de su notable triunfo electoral de 1982. Es lógico que los socialistas recuerden aquella gran victoria plebiscitaria, como la define Ignacio Varela en su reciente libro Por el cambio, Ediciones Deusto. Otra cosa muy distinta es que los ciudadanos debamos secundar a los líderes de la izquierda, y a su coro mediático, en el motivo fundamental que alegan para la celebración, a saber, que debemos estar agradecidos por las cosas que ha logrado la izquierda por nosotros.

Lo único que es en realidad indudable es que los éxitos políticos son siempre estupendos para los políticos. Eso sí. Pero los logros progresistas, por increíble que parezca, no son necesariamente logros del pueblo.

Por ejemplo, se nos asegura que gracias a los socialistas los españoles disfrutamos del Estado de bienestar. Dejando de lado la obvia circunstancia de que es falso, porque los servicios públicos son claramente anteriores a 1982, sí es verdad que el gasto llamado «social» aumentó considerablemente durante los casi catorce años de la presidencia de Felipe González. Pero para que fuese incuestionable que eso benefició al pueblo español, ese gasto debió ser realmente social, es decir, debió ser realizado por la sociedad libremente. No fue así, claro: el gasto «social» nunca es social sino político, porque el poder político fuerza a sus súbditos a financiarlo mediante impuestos que, como su nombre indica, no son optativos.

En los años de González, el PSOE tuvo una doble fortuna fiscal. Por un lado, recibió dinero extraído a los trabajadores europeos. Por otro lado, y lo más importante, el pueblo español registró unos elevados niveles de anestesia fiscal, es decir, no percibió con claridad que estaba pagando la cuenta –esto es habitual cuando los impuestos empiezan a subir–.

El cuento, sin embargo, parece que se ha acabado, y tanto la derecha como la izquierda han aprendido en sus carnes que no pueden repetir lo de González, es decir, no pueden subir los impuestos y ganar con holgura las siguientes elecciones. De ahí que ahora repitan con lo del dinero europeo, como si fuera un regalo, e insistan en que solo crujirán a los asquerosos ricos. El gran logro progresista sería que en las próximas elecciones un número significativo de votantes mordiera el anzuelo.