Política

«Sí es sí»: la estrategia no tan oculta de Irene Montero

La pareja Montero, desde dentro, e Iglesias, desde fuera, forzarán al máximo el discurso porque solo lo radical puede salvarles del purgatorio

Escribo en el «hall» de un hotel donde los camareros parecen pingüinos de película en un pase de modelos; hay tanto desalmado poniendo cafés en vaso equivocado que se agradece un poco de solera. En Madrid te puedes encontrar con un mayordomo o con «el cejas» contándole a una de las «gipsy king» la pasta que se lleva de instagram. Lo que les digo no solo es creíble sino que es verdad, el puto amo no saben lo que saca o dice que saca anunciando Nocilla. Pero tronco, pienso, Nocilla, te la puedes permitir con lo flaco que estás. Suelo ser cotilla pero es que, además, estaba en la mesa de al lado, tan canijo que parecía el esqueleto de un muerto.

Por aquí no son muy partidarios de Irene Montero, fundamentalmente porque grita mucho, que es actitud de ordinaria y, añadiría, bajuna existencia. Sí, pueden llamarme clasista, a mí, un periodista de pueblo con más apellido que hacienda. Ser de la rama pobre jode hasta el final. La nueva política de la ultraizquierda trajo el grito como parte del discurso, de tal manera que si hacen el ejercicio de escuchar a Irene Montero, o al hombre que según cierta diputada conoce en profundidad, que es como de Corín Tellado, en tono pausado, no dice lo mismo.

Vengo a decirles que Irene Montero no gastaría tanta energía por la seguridad de las mujeres, en el caso de la ley del «solo sí es sí», ni por los derechos de una minoría minúscula, en el asunto de la «ley trans», por lo que uno ha de preguntarse que si la ministra, que además de ordinaria es poco empática, qué cosa pretende de vuesas mercedes y del foco periodístico que diríase alelado por sus exabruptos. El sintagma cultura de la violación esconde la intención postrera, el último aliento, de la señora de Unidas Podemos. Tanta exageración, como de Gloria Swanson en un filme sonoro, solo puede deberse a que intenta llamar la atención para quedarse, ella sola, la porción de alfalfa de la extrema izquierda, y cerrarle el paso a la candidata que se hace la rubia, Yolanda, la de la eterna sonrisa. La pareja Montero, desde dentro, e Iglesias, desde fuera, forzarán al máximo el discurso porque solo lo radical puede salvarles del purgatorio. Hablamos de leyes y ellos piensan en ser los que manden en un futuro gobierno de coalición. Yolanda era una canción de Pablo Milanés al que la muchachada ni conoce. También pude comprobar esto último. «El cejas» no sabía quién era.