Política

Posiciones irreconciliables

«La polarización hace que la voluntad de entendimiento haya perdido la partida frente al choque y la imposición»

El ceremonial se repetirá mañana. El Congreso de los Diputados, con sus mejores galas, acogerá a aquellos representantes políticos que deseen asistir a la recepción que celebra el aniversario de la Constitución. En efecto, algunos lo celebrarán. Otros acudirán al palacio de la Carrera de San Jerónimo para proclamar que ellos no celebran nada, porque su vocación es cambiarla de lado a lado, empezando por la jefatura del Estado y terminando por el propio Estado. La soberanía nacional reside en el pueblo español, y el pueblo elige a sus representantes. De manera que la mayor demostración del respeto democrático que hay en España hacia cualquier posición política es, precisamente, que la Constitución del 78 permite a sus enemigos defender esas reivindicaciones rupturistas.

Han pasado más de cuatro décadas desde la aprobación del texto constitucional y está cargado de lógica que se propongan modificaciones en su articulado. En ese concepto general están de acuerdo todos los partidos. El problema es que cada uno de ellos acometería una reforma distinta que, en algunos casos, resulta incompatible con las que proponen otros. Sería muy fácil eliminar la discriminación que designa al hijo varón la prioridad para heredar el trono. Pero si se llega a plantear ese cambio, otros querrán abrir el debate sobre el sistema de Monarquía parlamentaria. Si un partido propone transitar de un Estado autonómico a otro federal, aparecerán quienes aspiran a que se reconozca constitucionalmente su derecho a la independencia, y quienes en la esquina contraria exigirán reducir o hasta eliminar el propio Estado autonómico.

Estas posiciones irreconciliables muestran el heroísmo conciliador que mostró la España (los españoles) de la Transición, dispuesta a llegar a un acuerdo por encima de todo, a costa de que cada uno de sus protagonistas aceptara aparcar parte de sus aspiraciones políticas en favor del pacto general. En buena medida, esa voluntad transaccional se ha diluido y la creciente polarización hace que la voluntad de entendimiento haya perdido la partida frente al choque y la imposición. Lo veremos de nuevo cuando mañana escuchemos las declaraciones de los invitados a la recepción del Congreso.