Política

El destino de Ciudadanos

«La polarización de nuestro hábitat político no ayuda a la supervivencia de un partido de centro liberal»

El titular de este comentario bien podría haber incluido el término «triste» delante de la palabra «destino». Y es de aplicación a cada uno de los intentos de la política española por crear y sostener con vida un proyecto de centro liberal.

Cuando nació Ciutadans en Cataluña, lo hizo con la vocación prioritaria de representar a los catalanes españolistas que no eran de derechas (por tanto, que no votaban al PP), y que se sentían abandonados por la deriva filonacionalista del PSC. Pero al transformarse en Ciudadanos y dar el salto a la política nacional, se pudo comprobar que su votante mayoritario procedía del sector más centrista del PP. Los populares representaban al ciudadano liberal en lo económico y conservador en lo social, mientras que Ciudadanos ofreció una alternativa al votante liberal en lo económico y liberal en lo social.

El transcurrir de los años y las vicisitudes de la política han llevado a Ciudadanos a una jibarización parlamentaria difícilmente recuperable, mientras en su seno afloran las batallas internas para decidir quién hereda lo poco que queda.

Inés Arrimadas, Edmundo Bal y otros dirigentes que aún achican agua en el partido han demostrado su buen hacer en las instituciones. Pero cuando un avión entra en barrena, al piloto –sea Arrimadas o Bal– le cuesta levantar el morro del aparato y remontar el vuelo. Un ejemplo es el de Juan Marín en Andalucía, engullido por la crisis interna y por el empuje de Juan Manuel Moreno.

Ahora, Ciudadanos se enfrenta a la que podría ser su última posibilidad de sobrevivir. La batalla por el liderazgo del partido se produce a pocos meses de las elecciones municipales y autonómicas, y a un año de las generales. La polarización que se ha adueñado de nuestro hábitat político no ayuda a la supervivencia de un partido de centro liberal cuando, paradójicamente, una opción de ese estilo aspira a ser, precisamente, un punto de encuentro entre las posiciones más moderadas de los partidos a su izquierda y a su derecha. Pero esa es la teoría. La práctica siempre es más compleja y establece sus propias reglas.