Economía

Apagón progresista

No parece probable que multitudes secunden al doctor Tooze cuando sostiene que Occidente nunca ganó la Guerra Fría

Adam Tooze, profesor en la Universidad de Columbia, ha sido definido como historiador favorito de la izquierda, y su libro «El apagón. Cómo el coronavirus sacudió la economía mundial» (Crítica) demuestra por qué, con matices. Por ejemplo, no parece probable que multitudes secunden al doctor Tooze cuando sostiene que Occidente nunca ganó la Guerra Fría, o cuando elogia a los gobernantes chinos frente al «fracaso de Occidente», o cuando aplaude a «la sitiada Cuba, con su resistente sistema de salud pública y su programa de asistencia médica global». Si uno es capaz de creer esto, entonces uno es capaz de creer cualquier cosa.

Ahora bien, otras afirmaciones del autor, dejando aparte las barbaridades que acabo de señalar, sí que son compartidas por numerosos antiliberales de izquierdas y de derechas, porque integran el pensamiento hegemónico. Muchos, en efecto, se oponen a «los legados del neoliberalismo, en forma de Estados de bienestar frágiles y atenuados» y a una UE que ha sido «la imagen misma de la austeridad».

Proclama que la deuda pública no importa, la inflación tampoco, y que lo mejor que nos puede pasar es que aumente el gasto público. Repite muy viejos errores: «cuando un banco central compra deuda pública no asume ningún riesgo de pérdida en el principal, ya que, en tanto que institución del sector público, solo se debe la deuda a sí mismo».

Aborrece a Trump y prefiere a Xi Jinping. No proclama Tooze que China es una democracia impecable, claro que no, pero sí tiene algo muy bueno: un Estado grande. Por eso aplaude que la pandemia haya impulsado la expansión de los Estados, el anhelo fundamental de comunistas, fascistas, y demás antiliberales de todos los partidos. Le gusta, naturalmente, el plan europeo de más gasto público y más deuda.

Apenas un cono de sombra oscurece el regocijo del profesor Adam Tooze. Resulta que el apagón de la economía mundial provocado por la reacción de los políticos ante el coronavirus no ha sido aprovechado para «cambiar la sociedad»; y la estatización, lamenta don Adam, no ha ido todo lo lejos que este autor desearía. En fin, al menos nos queda el consuelo de que, según diagnostica su libro, Estados Unidos se irá al garete, y ya despunta un nuevo amanecer progresista en Pekín.