Ciudadanos

¿Edmundo Bal, de héroe a sepulturero?

Ahora emerge de nuevo para tomar el timón al asalto. No es exactamente para conducir el navío contra el arrecife si no para gestionar su varadero

Edmundo Bal quiere desbancar a Inés Arrimadas y hacerse con el naufragio de Ciudadanos. Para reflotarlo, se entiende. Algo que parece sumamente improbable puesto que son tantas las vías de agua que no hay suficientes manos para achicarla. A no ser que el abogado del estado en excedencia sólo pretenda gestionar el destino de los despojos. Y su precio.

Arrimadas lleva tiempo intentando capear el temporal que no arrecia tras la salida de Albert Rivera de la formación luego del mazazo en las elecciones generales. Hay que admitir que con escasa fortuna. Si ya andaba el proyecto a la deriva qué duda cabe que la jugada maestra de Murcia aceleró lo que hoy ya parece inevitable. Porqué fue el pretexto de la lideresa Ayuso para convocar elecciones en Madrid y ganar con holgura. Gracias en buena medida a dejar en el dique seco a Ciudadanos que pasó de 26 diputados a ninguno en el parlamento regional. Bal lideró la candidatura del batacazo. Un hito histórico puesto que si bien en Cataluña pasaron de 37 a 6 por lo menos salvaron los muebles y grupo parlamentario. Ni que fuera a duras penas.

La presente estocada de Bal a Arrimadas –por la espalda según ésta– abre un nuevo boquete en un casco que tiene aspecto de gruyere. Si aún navega es casi por inercia. Y con la línea de flotación al límite, la maniobra de Bal queriendo tomar el timón echando a Arrimadas por la borda, como si de quitar lastre se tratara, parece digna de quien quiere ser el sepulturero de lo naranjas.

Porqué igual de eso se trata por mucho que Bal diga que el rumbo de Ciudadanos no pasa ni por estribor ni por babor. Incluso un navío que ya ha hecho su último viaje puede tener un valor cuando es desballestado. Esto es, adonde conducir los centenares de miles de votos que aunque menguantes podría seguir reteniendo Ciudadanos pese a quedarse fuera de las Cortes como ya vaticinan la mayoría de encuestas.

Que estos o buena parte de éstos fueran al Partido Popular en las próximas elecciones es algo más que relevante. Sería un empujoncito a un Feijóo que anda estancado en las encuestas. A nadie le amarga un dulce. De hecho, Feijóo ya invitó a Ciudadanos a integrarse en su candidatura en las elecciones gallegas rechazando de plano toda coalición. Desde aquel entonces, Ciudadanos ha perdido desde el trinquete a la mesana mientras el palo mayor aguanta de milagro. Están literalmente con el agua al cuello.

Y ahí está Bal, ofreciendo generosamente sus servicios ante una atónita Capitana que parecía ser sincera cuando explicó la afrenta como si de una vulgar traición se tratara. Claro que no se puede decir que Bal no tenga olfato aunque pueda ser descifrado como de un oportunismo clamoroso. Como cuando tomó la decisión de auparse a un proyecto que en marzo de 2019 parecía muy vivo con su patriótico rechazo a acusar de sedición a Junqueras y compañía. Él, como abogado del estado, exigía rebelión. Como VOX y contra el criterio de Manuel Marchena. Aunque bien es cierto que el fiscal del Supremo Javier Zaragoza estaba en las mismas.

Bal dio el salto Ciudadanos cuando estos acechaban el segundo lugar del PP en los comicios. Rivera lo tachó de «héroe» y lo aupó al cuarto lugar en la candidatura de Madrid. Tras las elecciones de abril de 2019 en ningún momento se le oyó discrepar de Rivera cuando éste se suicidó rechazando cualquier acuerdo de investidura con el PSOE de Pedro Sánchez para regocijo de Gabriel Rufián y de Unidas Podemos.

Bal llegó en el momento oportuno. Y todo se fue a pique. La gesta de Madrid pasará a la historia. Y ahora emerge de nuevo para tomar el timón al asalto. No es exactamente para conducir el navío contra el arrecife si no para gestionar su varadero. Igual a Arrimadas le quedan arrestos y manda montar una pasarela para lanzarlo a los tiburones como harían con toda solemnidad en un barco pirata. Por lo menos, ella sí se ha ganado el derecho a celebrar el último réquiem por el difunto. Como si es para prenderle fuego con todos los honores o para entregárselos a Feijóo envueltos en celofán.