Opinión

Eva Kaili y el mito de Ícaro

Los ciudadanos se preguntan si una vicepresidenta puede recibir sobornos sin levantar sospechas, quién más puede

En la mitología griega, Ícaro es hijo de Dédalo, arquitecto del laberinto del Minotauro. Castigado por el rey Minos a permanecer encerrado en su propia obra, Dédalo utiliza su ingenio para fabricar unas alas con las que él y su hijo pudieran escapar. Antes de huir advierte a Ícaro que no debe volar ni demasiado alto porque el sol derretiría la cera de las alas ni demasiado bajo porque el mar arruinaría sus plumas. Los dos disfrutaron enormemente de la sensación de libertad. Ícaro empieza a ascender rápidamente olvidándose de la advertencia de su padre. Vuela tan alto que el sol derrite sus alas hasta que cae al mar y muere. Ícaro igual que la vicepresidenta del Parlamento Europeo (PE), la socialista griega Eva Kaili cae en la trampa de la ambición desmedida y la falta de juicio. Kaili y su pareja Francesco Giorgi fueron arrestados el viernes pasado tras una serie de redadas de la Policía belga en la que se han incautado más de un millón y medio de euros en efectivo supuestamente procedentes de sobornos de Qatar para influir en las decisiones del PE como la liberación de visas (ahora suspendida) y el acuerdo de aviación firmado el año pasado. El «Qatargate» se ha convertido en el mayor escándalo de corrupción de la Eurocámara desde su constitución debido a su dimensión institucional y por el estatus de los implicados. La pregunta que se hacen los ciudadanos es si la vicepresidenta ha podido recibir sobornos y regalos a cambio de una posición faborable al reino petrolero sin levantar sospechas quién más ha podido hacerlo. ¿Hasta dónde llega la trama?, ¿quién controla a las instituciones europeas y sus miembros? «En los últimos años, he visto al embajador qatarí ante la UE y la OTAN en los pasillos del Parlamento Europeo mucho más que a los embajadores de la UE. Está muy, muy presente», ha confesado a la prensa un trabajador de la institución. La reputación de la Unión ha quedado seriamente dañada. El «Qatargate» afecta directamente a una institución clave en la arquitectura europea que se precia de ser la más democrática y la más avanzadaen la lucha contra la corrupción, el respeto del Estado de derecho y la defensa de los derechos humanos. Una institución que a menudo sus resoluciones críticas con las malas prácticas de los gobiernos provocan un arqueado de cejas de los Estados miembros.

No obstante, el escándalo trasciende al Parlamento Europeo. Todas las demás instituciones de la UE están ahora bajo sospecha. En especial la Comisión Europea. En el punto de mira está el vicepresidente y comisario griego Margaritis Schinas por sus elogios a la agenda reformista de Qatar desoyendo las denuncias documentadas sobre la explotación de los trabajadores extranjeros. Llama la atención que el vicepresidente de la cartera de promoción del Modo de Vida Europeo se deshaga en elogios al petrolero reino del desierto. ¿Ha priorizado la UE la realpolitik sobre los derechos humanos hasta contribuir al blanqueamiento de monarquías árabes absolutistas? El escándalo afecta de lleno al Partido Socialista europeo. La caso de Kaili entronca con el pasado de corrupción del Pasok pero ningún partido se sabe a salvo. La UE debe reforzar sus controles si no quiere terminar como un Leviatán que se debora a sí mismo.