Política
Resucitando a Tejero
¿Cómo puede permitirse que unos diputados llamen «fachas con toga» a los jueces, y se normalice la ofensa?
El desmadre al que asistimos regularmente en el Congreso de los Diputados no es, ni de lejos, el asunto que ocupa las charlas de la mayoría de los españoles cada mañana, en el metro o en el bus. No es el chascarrillo preferido en nuestros bares, y menos ahora, que tenemos la final del Mundial de Catar a la vuelta de la esquina. Tampoco oirás hablar largo y tendido de la reforma del Código Penal a la medida de ERC en la peluquería. Yo, que paso por chapa y pintura cada día en la tele, oigo esta semana comentarios múltiples sobre asuntos varios del corazón, sobre los estragos que ha causado el último temporal, sobre la tragedia de la semana (esa guardia civil que –ejerciendo una violencia vicaria extrema– ha matado a tiros a sus niñas y luego se ha suicidado) y, por supuesto, siempre hay alguien que suele sacar a colación lo carísimo que está todo, y lo cortos que se quedan los salarios. Lo que sí planea, en los espacios abiertos a la conversación más profunda, es la sensación de crispación social y polarización ideológica, además de la desafección de todo lo vinculado con la política.
De este clima de pasotismo y desencanto colectivo se aprovecha el Gobierno, que sigue por su senda marcada, inmutable, sacando adelante aquellas reformas que le van pidiendo sus socios independentistas para poder seguir en la Moncloa y confiando en que, unos días después de cada tormenta, todo quede en el olvido. En las próximas citas electorales, veremos si la estrategia le ha funcionado.
Hace solo unas horas, con Pedro Sánchez ausente del Congreso, han salido adelante la eliminación del delito de sedición, la rebaja del delito de malversación –que reduce a más de la mitad, en muchos casos, las condenas de los líderes del Procés– y se han cambiado las reglas del juego para elegir a los magistrados del Tribunal Constitucional por la vía urgente, sin debate parlamentario ni informes previos.
La de ayer ha sido una jornada histórica, inédita en el Hemiciclo, que deja impunes a los líderes del Procés y que logra forzar el cambio del Tribunal Constitucional al gusto del Ejecutivo. Queda por conocer, de todos modos, la decisión del propio Constitucional sobre esta reforma judicial exprés del Gobierno la semana que viene.
Pero más allá de lo que ya ha sucedido y hemos visto, queda de nuevo la sensación de ambiente político irrespirable. Y la imagen de otro pleno bochornoso, plagado de insultos graves, innecesarios, de acusaciones cruzadas entre sus señorías, escenas que no merecemos los españoles. ¿A qué viene recurrir al 23F y a Tejero cada dos por tres? ¿Cómo puede permitirse que unos diputados llamen «fachas con toga» a los jueces, y se normalice la ofensa? Suma y sigue.
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