Opinión

La «permacrisis» y qué esperar del 2023

El próximo año puede ser el de la escalada de la guerra o en el que se pongan las bases para rebajar tensiones

El diccionario Collins ha elegido «permacrisis» como la palabra del año en 2022. El término describe «un período prolongado de inestabilidad e inseguridad». Desde la crisis financiera de 2008 que provocó en Europa las dudas sobre la supervivencia de la moneda única y cuyas turbulencias se prolongaron durante diez años en los países periféricos (entre ellos España) hasta que en 2020 una pandemia global se llevó por delante las previsiones más optimistas de los gobiernos y organismos internacionales. Pero, sobre todo, cuando creíamos que ya podíamos empezar a disfrutar de nuestra merecida vuelta a la normalidad, Vladimir Putin invadió Ucrania y arrastró a Europa a los horrores de la gran guerra. Al mirar a 2023 lo más frustrante probablemente sea –como dice el economista Nouriel Roubini– que nadie se atreve a predecir cuándo será la próxima década prodigiosa. Roubini, que advirtió en 2006 sobre la recesión económica en Estados Unidos debido a la crisis de las «subprime» y le tomaron por un «chilfado», cree que nos adentramos en un «choque de trenes» entre los viejos desafíos que se van acumulando y los que aparecen nuevos. «Debemos aprender a vivir en alerta máxima», ha apuntado en «Financial Times». El economista iraní nacido en Turquía y residente en Estados Unidos acaba de publicar: «Mega-amenazas: Diez tendencias peligrosas que ponen en peligro nuestro futuro y cómo sobrevivir a ellas». El libro abruma con un aluvión de riesgos negativos, desde la inflación a la inteligencia artificial, el cambio climático y la tercera guerra mundial, que, según el autor, empezó en marzo cuando EE UU bloqueó la venta de microchips a China.

Ciertamente el sueño neoimperialista de Putin ha acelerado el proceso de erosión del orden liberal surgido tras la Segunda Guerra Mundial, pero también ha vigorizado la mayor organización de seguridad colectiva que reúne a las mayores democracias del mundo: la OTAN. Llevamos años viviendo peligrosamente y los ciudadanos han desarrollado una enorme capacidad de resiliencia. En los diez últimos meses, Ucrania nos ha demostrado cuán poderosa puede ser una nación cuando se enfrenta a una amenaza existencial y pelea por su supervivencia. Roubini alerta de que este conjunto de desafíos entrelazados (la guerra en Ucrania, los altos precios de los alimentos y el combustible, la lucha contra la inflación, la transición energética y el incierto camino pospandémico de China) se combinarán para causar el máximo impacto. Recomienda dotarse de grandes “dosis de suerte, cooperación mundial y un crecimiento económico casi sin precedentes” para aterrizar bien de esta «permacrisis».

El año 2023 puede ser el de la escalada (voluntaria o accidental) del conflicto armado o el curso en el que se pongan los cimientos de una desescalada que rebaje la tensión geopolítica y dé una tregua a la economía global. El orden internacional se puede dividir en dos bloques: democracias (EE UU y UE) y autoritarismos (China y Rusia). Luego están otros actores intermedios que van adquiriendo gran importancia como India, Turquía o Arabia Saudí y que pueden contribuir a rebajar las fricciones entre los dos polos. Estamos en un nuevo proceso de cambio estructural en el que se debe garantizar un equilibrio entre los dos bloques para que las democracias preserven su estilo de vida.