Opinión

Desde la Urbe: «In Memoriam»

Ya en Roma para asistir hoy al funeral por el alma del venerado y querido Benedicto XVI, el corazón y la cabeza no pueden rehuir el recuerdo inolvidable de los encuentros tenidos con él, que la Providencia con su generosidad tuvo a bien concederme.

Fueron varios, y de manera especial hago referencia a la audiencia que tuvo a bien conceder a la Guardia Civil y que resultó ser la última antes de anunciar su renuncia el 11 de febrero de 2013, fiesta de la Virgen de Lourdes como es sabido. El motivo fue con ocasión de finalizar el año jubilar concedido a la Benemérita para conmemorar el centenario del Patronazgo de la Virgen del Pilar, establecido por Real Orden de Alfonso XIII de 8 de febrero de 1913.

Aquel día –6 de febrero de 2013– encabecé una representación de la Guardia Civil, todos voluntarios varones y mujeres, y de todos los empleos, viviendo un momento inolvidable cuando desde el lugar preeminente concedido en el Aula Pablo VI, una Sargento se levantó y comenzó a cantar el Himno del Cuerpo. Toda la amplia delegación con su uniformidad de gala se puso en pie para entonarlo conjuntamente, y se hizo un silencio impresionante sólo roto al acabar el canto por una espontánea y atronadora ovación de toda la concurrencia que llenaba el gran Aula. Al acercarme a saludarle con el director general y el Tte. General DAO del Cuerpo, le hice entrega de un pequeño tricornio de plata con una sencilla imagen de la Patrona adosada. Damos fe del gozo con el que recibió el presente, en su fatigado rostro que parecía preanunciar lo que se conocería cinco días después: su renuncia por carecer de fuerzas para cumplir con la misión encomendada...

El último encuentro ya fue familiar y privado en 2018, y estos días ha sido y es objeto de particular recuerdo por el acontecimiento celebrado precisamente la víspera de su fallecimiento, en el que aquella jornada vivida en su compañía con las palabras dirigidas a nuestra hija junto a la réplica de la gruta de Lourdes de los jardines vaticanos, estuvo especialmente presente.

Su testamento espiritual escrito el 29 de agosto de 2006, fiesta litúrgica del degollamiento de San Juan Bautista y dado a conocer estos días, resume su grandeza espiritual con sus últimas palabras. «Por último, pido humildemente recen por mí, para que el Señor a pesar de todos mis pecados y defectos me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día».

¡Santo Súbito, Benedicto XVI!