Economía

El neoliberalismo estalinista

Lo más difícil todavía es sugerir que no hay servicios públicos cuando el gasto es privado y libre

Una mañana de noviembre, Dios estuvo conmigo incluso más generoso de lo habitual, y pude disfrutar de dos joyas en el diario «El País» en un mismo día. Jordi Amat despotricó contra el «neoliberalismo» de Isabel Díaz Ayuso, cuya «revolución de las clases altas contra las bajas» ha logrado que «la función del Estado social se quede en los huesos». En serio. Y Enric González habló del «neoliberalismo estalinista». En serio.

La dificultad que afronta el pensamiento del señor Amat es la contrastación empírica. Uno puede, por supuesto, creer que en la sociedad no hay cooperación sino conflicto, y preferir la coacción política y legislativa a las iniciativas de las mujeres y los hombres libres. Pero lo que ya es más difícil es sostener que «a mayor acumulación de riqueza en la región, peor calidad de sus servicios públicos». Uno puede, como don Jordi, oponerse al gasto en la fiesta de los toros, pero es más difícil afirmar que Ayuso ataca a las clases bajas, que votaron masivamente por ella y en contra de la izquierda. Y lo más difícil todavía es sugerir que no hay servicios públicos cuando el gasto es privado y libre, o proclamar que el Estado social ha desaparecido por adelgazamiento. Don Jordi podría haberse molestado en mirar las cifras, o en charlar cinco minutos con cualquier contribuyente.

La capacidad del señor Enric González para la caricatura es indudable. Asegura que el neoliberalismo es una cosa malísima inventada en Chicago y aplicada por Pinochet, al que siguieron Thatcher y Reagan, con «principios neoliberales» tales como la «reducción del gasto público». Otra vez, podría haber consultado las estadísticas: ese gasto no se redujo prácticamente en ningún país del mundo. Pero, eso sí, la globalización neoliberal generó un «gravísimo daño a la naturaleza», otra vez, sin molestarse en mirar qué sucedió en los Estados antiliberales.

Por fin, por incoherencia que no quede, don Enric diagnostica que «la ultraderecha ha optado por la solución de Stalin: el neoliberalismo en un solo país». Habla de una «pirueta ideológica» al tiempo que acusa a los conservadores de cerrar fronteras, y controlar la justicia y la prensa independiente. Podría hablar de esos asuntos, y sobre todo de la prensa, cinco minutos con Pedro Sánchez. O con el antiguo director de su propio periódico, Antonio Caño.