Opinión
Ábalos: whiskola y bachata
El exministro viajó oficialmente acompañado por una lozana universitaria.
¡Más cacao involucrando a la reputación (o lo que queda de ella) del régimen sanchista! El exministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que ya había enfrentado simpáticas y dantescas controversias en el pasado y que no es otro que el simpar Ábalos (aunque podría serlo), viajó oficialmente acompañado por una lozana universitaria.
Lo problemático del aquelarre no es, evidentemente, la relación que pudiera existir entre ambos, por muy feucha que esta sea, sino el hecho de que los gastos relacionados con los viajes de la joven presuntamente fueron abonados con fondos públicos, lo que es inadmisible en cualquier gobierno de pan y melón pero todavía más en el de Pedro Sánchez, ese hombre bello, símbolo de esperanza y justicia, procedente del planeta Krypton, un lugar más avanzado moral y socialmente, desde donde fue enviado a la Tierra (y al congreso) para hacer justicia, mediante sus habilidades sobrehumanas, e instaurar un nuevo estado, sin corrupción. Ay! Sin corrupción.
La joven se llama Jesica (un nombre perfecto para la ocasión) y fue contratada por una empresa pública dependiente del flexible Ministerio, como auxiliar administrativa. Sin embargo, sus funciones dentro de la empresa permanecen en ese espacio turbio al que tan adeptos son nuestros castísimos socialistas, sólo sabemos que sus viajes con Ábalos no estaban relacionados con su rol profesional, al menos con labores de índole administrativa u odontológica (su licenciatura al parecer).
Otro de los interesantes aspectos del caso es que la estudiante recibía una compensación económica por su acompañamiento. Nada menos que 1.500 eurones diarios, acumulando y reclamando un total de 20.500 euros por su presencia sagrada. Esto, evidentemente, plantea una serie de preguntas sobre la gestión de los fondos públicos y la ética en el uso de recursos destinados a funciones del Estado.
Desde el punto de vista estético, de nuevo ostentación y privilegio, este fenómeno, llamado Ábalos, o Partido Socialista Obrero Español, es otro ejemplo impertinente de la falta de transparencia y de los constantes abusos de poder sobre la confianza pública (que no tiene límites).
Hoteles de lujo, jovencitas remuneradas, mariscadas, cochinillo, manchas de vino en la corbata, puracos…Políticos todopoderosos desconectados de la realidad cotidiana de los ciudadanos y del más elemental sentido del deber, del ser y del estar. Y de la ley.
En efecto, parece que en este gobierno y sus feligreses cabe de todo y, por supuesto, en la persona legendaria de Ábalos, amante de la cultura latinoamericana, lo cual le honra, y bailarín de bachata.
Quienes le conocen aseguran que el exministro es un tipo divertidísimo, que hasta Vox simpatiza con su carisma y personalidad. Con una vida sentimental digna de un latín lover de los cincuenta, artífice de cinco hijos de tres matrimonios y con un nieto mayor que el pequeño dado que su primer hijo y el último se llevan 33 años.
Desde sus humildes comienzos cosiendo muñecas en la tienda familiar, hasta las elevadas esferas del poder como mano derecha del presidente, su historia merece ser rodada ¡ya!
Dicen que Ábalos fue cesado por llevar una muy sórdida doble vida de la que fue informado Sánchez, con gran disgusto, no por salvaguardar la moral de su hombre de confianza sino por su propia imagen y permanencia…Se dejaron de hablar. Ahora vive solo en una casa de alquiler en Rivas. Sin secretaria, conduciendo su propio automóvil y huyendo de la koldosfera, de Sánchez y de la oposición. Pero con dirección a sí mismo, ¡Artista!.
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