Tribuna

El acuerdo secreto de paz, promulgado por Kiril Dmitriev

El discurso del nuevo favorito de Putin, Dmitriev, presenta a Rusia como un actor pacífico, cuya imagen, según él, distorsionan actores internacionales

Adeliya Bissenbayeva
El acuerdo secreto de paz, promulgado por
El acuerdo secreto de paz, promulgado por Raúl

Pasados tres meses desde la última reunión de los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, ha salido a la luz el plan secreto de la administración americana para avanzar hacia la paz en Ucrania. Dicho plan contiene 28 puntos que, en gran medida, se alinean con las demandas rusas formuladas durante la reunión celebrada en Alaska. Tanto los representantes europeos como los ucranianos se mostraron sorprendidos por el contenido del documento, ya que no tenían conocimiento previo de su existencia. Llama la atención que la revelación del plan coincidiera con la publicación, por parte del gobierno estadounidense, de los documentos relativos al caso del agresor sexual Epstein, con quien, supuestamente, Trump habría mantenido relaciones estrechas.

Tras el ultimátum del presidente estadounidense para pactar una tregua, bajo amenaza de sanciones contra los aliados económicos de Rusia, y la posterior visita del enviado especial de la Casa Blanca, Steve Witkoff, a Moscú, los presidentes ruso y americano se reunieron en Alaska para concordar la paz en Ucrania. Las conversaciones se han calificado como «muy constructivas», según Trump, y con potencial de convertirse en «un momento histórico en el que la posición de Rusia quedará claramente expuesta a la parte estadounidense», en palabras de Kiril Dmitriev, el jefe del Fondo de Inversiones Directas de Rusia. El mismo Dmitriev ha visitado Washington el 2 de abril para tratar con Trump las posibles vías de cooperación económica bilateral.

Una vez terminada la reunión «triunfal» de Alaska, parecía que la paz no quedaba más cerca, dada cierta escalación en las tensiones nucleares, acusaciones mutuas y el fallido cúmulo de Budapest. En cuanto a la relación entre Rusia y Ucrania, cabe recordar que incluso el canje de 1.000 prisioneros por 1.000, negociado tras la cumbre de Estambul, avanzó con muchas dificultades, y que los posteriores encuentros entre Rusia y Ucrania acababan en intercambios de acusaciones, sin indicios de tregua. Pero desde febrero, Rusia ha cambiado su estrategia y el arquitecto de este giro es el propio Dmitriev, cuya presencia en la Casa Blanca parece haber agradado a la administración americana.

Dmitriev fue asignado enviado especial a Estados Unidos el día 28 de febrero de 2025. Se ha formado como experto económico en Stanford y su tarea principal es atraer inversiones a Rusia. Durante su visita a la Casa Blanca, supo hablar el mismo idioma que Trump, «el dolaresco». Al final, Trump se ha llevado una impresión positiva de este enviado del Kremlin, llamándole «caballero Kirill».

Durante los primeros mandatos de Vladimir Putin, una de las tácticas recurrentes del Kremlin fue adoptar la retórica de Occidente para perseguir objetivos propios. Mientras proclamaba ante las potencias occidentales su compromiso con los «derechos civiles» y la democracia, en el plano doméstico limitaba a las empresas locales mediante métodos ilegales y restringía el debate público a través de la compra de los principales canales locales de televisión.

En paralelo, los oligarcas rusos, amparados por el poder ejecutivo, invertían en activos emblemáticos de Occidente: adquirieron residencias de lujo en Londres –posteriormente confiscadas en 2022–, clubes de fútbol y otros símbolos de estatus. Por su parte, el propio Kremlin consolidó su influencia económica exportando a Europa el recurso más codiciado por el continente: el gas. Se trataba de vender la imagen de Rusia como un actor racional y leal a través de los discursos democráticos e inversiones en Europa.

Dicha estrategia parece exportarse al ámbito de las negociaciones de guerra. En su visita del 2 de abril, Dmitriev afirmó que, más allá de discutir la regulación del conflicto, se abordaron las «perspectivas de devolución de las inversiones americanas a Rusia», «creación de nuevos proyectos», «la cooperación en el Ártico» y «el establecimiento de intercambios culturales, religiosos y turísticos entre ambos países». De hecho, poder cooperar en el marco del Consejo del Ártico es una muestra del papel de gran potencia que Rusia puede desempeñar en el tablero mundial, afirman los expertos políticos. Mientras tanto, puede ofrecer a Trump una cooperación económicamente rentable, lo que, evidentemente, le interesa al presidente estadounidense. «Claramente tenemos desacuerdos acerca de las diferentes cuestiones. Pero también hay un proceso y diálogo, que, en nuestra opinión, podría ayudarnos a superar dichos desacuerdos», continuó Dmitriev.

El discurso del nuevo favorito de Putin, Dmitriev, presenta a Rusia como un actor pacífico, cuya imagen, según él, distorsionan actores internacionales. A su juicio, existen «enemigos» que buscan obstaculizar una relación beneficiosa entre Washington y Moscú. Es una narrativa habitual dentro de las salas de Kremlin, pero potenciada por la notable capacidad de Dmitriev para vender proyectos e ideas, lo que parece haber despertado el interés del presidente de Estados Unidos y ha acercado la posición rusa y estadounidense.

Durante la pandemia de la COVID-19, la sanidad rusa confirmó la creación de una vacuna de «notable efecto», Sputnik. De su difusión internacional se encargó Dmitriev, quien consideró que esto era su misión santa y que se sentía un «mesías». Ahora, de nuevo, le toca «salvar al mundo», y en esta narrativa, emerge como el gran intermediario, el hombre llamado a traducir los intereses del Kremlin al idioma más eficaz de todos: el del beneficio mutuo, o al menos el percibido como tal. Su papel, revestido de mesianismo autoconsciente, parece combinar la diplomacia con el marketing político, como si la paz pudiera gestionarse del mismo modo que una cartera de inversiones.

Queda por determinar si este «salvador» que habla dolaresco traerá realmente una desescalada en Ucrania o si su misión no es más que otro capítulo en la estrategia de autopromoción geopolítica de Moscú. En cualquier caso, su ascenso confirma una vieja intuición: en el escenario internacional no siempre triunfa quien aporta soluciones, sino quien sabe presentarlas con suficiente convicción… y el acento adecuado.

Adeliya Bissenbayeva,es investigadora del ICS, Universidad de Navarra.