La situación

La amnistía de Nicolás Redondo

«Uno de los asuntos por los que se recordará a Sánchez es por este intento de humillar a Nicolás Redondo Terreros»

A la vista de algunos sondeos que se han publicado en los últimos días, parece haber una amplia mayoría de españoles reacios a aceptar como normal que el Gobierno de la Nación nazca –y esté durante la próxima legislatura– bajo el control de un personaje con los delitos que Carlos Puigdemont tiene en su historial. Y, tan importante como eso: con el historial de destrozos (cargados de tensiones y odios) que ha provocado a España.

Llegados a este 17 de septiembre de 2023, debemos suponer que eso es lo que piensa el presidente Pedro Sánchez, porque aún no hemos escuchado de su boca que se esté planteando amnistiar al prófugo ni a su cohorte. Es cierto que sí lo han hecho (casi a diario) sus corifeos monclovitas y algunos dirigentes de su partido, pero no el propio presidente. Por tanto, debemos suponer que Sánchez es parte de esa mayoría de españoles que está en contra de la amnistía, porque la última vez que utilizó esa palabra fue para decir que es inconstitucional: el 20 de julio, tres días antes de las elecciones, en LaSexta.

Otra opción es que Sánchez sí quiera dar la amnistía, pero no sepa cómo hacerlo sin saltarse la Constitución y, más importante aún, sin saltarse la dignidad del país, y por eso esquive pronunciarse al respecto. Sí se ha pronunciado, y sin piedad, con alguien que durante años puso su vida en riesgo para defender a España en el País Vasco: ha expulsado del PSOE a Nicolás Redondo Terreros. Es esta una de esas decisiones que define a quien las toma, más que a quien la sufre. Alguien, como Sánchez, tan preocupado por el lugar que le asignará la historia, debe saber que uno de los asuntos por los que se le recordará es por este intento de humillar a Nicolás Redondo Terreros. Y, además, por hacerlo cuando tiene a un ejército de políticos y juristas tratando de diseñar una fórmula para amnistiar a Puigdemont, y cuando ha consentido sin rechistar que su vicepresidenta segunda se reuniera con el prófugo en su guarida de Waterloo. Quizá la amnistía la merezca Nicolás Redondo.