Parresía

Un año después

«Esta guerra no parará hasta que recuperemos nuestra tierra, les desgastaremos y acabaremos ganando nosotros», me asegura ella. Su madre mira al suelo y calla. Yo le doy la razón…

Aquí seguimos, abriendo los informativos con la guerra en Ucrania, temiendo a Vladimir Putin, esperando los anunciados ensayos nucleares de sus tropas esta primavera, expectantes ante una posible incursión rusa en la vecina Moldavia.

Es cierto que los ucranianos cuentan con el apoyo explícito de Occidente, están ahora mejor equipados y motivados para seguir y podemos esperar que mantengan la presión, al menos en el Donbás.

Estremecen las cifras que deja el conflicto en el país invadido: han fallecido más de 7.000 civiles y casi 12.000 han resultado heridos, según la ONU, con independencia de todas las bajas acumuladas en el campo de batalla. A esto, hay que sumar los más de 8 millones de refugiados que se encuentran repartidos por toda Europa. Personas como tú y como yo que, de un día para otro, vieron que sus vidas se desmoronaban.

Hoy conocí a una de esas miles de familias de exiliados forzosos en un entorno académico. Madre e hija llevan aquí un par de años. Huyeron a Málaga poco antes de que estallara el conflicto. La hija, una chica brillante, tiene ahora 17 años, habla cinco idiomas –el español lo aprendió a la velocidad del rayo– y tras muchos esfuerzos ha conseguido ser becada en una prestigiosa universidad. Me explica que llevaban una vida cómoda en Odesa, que daba clases de tenis y piano, que la situación empezó a complicarse y los hombres de su familia se quedaron allí luchando, en el ejército. Su tío murió hace solo dos meses en el frente, «es un héroe de guerra», y de los demás apenas tiene noticia. Hace solo unos días, los abuelos han conseguido venir, por fin, con ellas dos. «Esta guerra no parará hasta que recuperemos nuestra tierra, les desgastaremos y acabaremos ganando nosotros», me asegura ella. Su madre mira al suelo y calla. Yo le doy la razón… Y siento el sufrimiento de esa madre.

¿Cómo saber lo que ocurrirá? No podemos permitirnos que un dictador peligroso, con ansias expansionistas, tenga en jaque al resto del planeta. En ello está y debe seguir la comunidad internacional, en apoyar a Ucrania. Porque Putin resulta imprevisible. Y porque, además, ha empujado a Rusia –al Estado «agresor»– a una espiral de conservadurismo, ultranacionalismo y falta de libertades inédita (por más que estos problemas existieran antes). La cuestión es si –en su propio país– la situación puede llegar a pasarle factura en algún momento.

Solo nos queda confiar en que continúe el apoyo aliado a Ucrania y en la sensatez de China, el gran ganador económico en esta crisis. El viejo orden mundial, en el que Estados Unidos dominaba sobre todo lo demás, probablemente haya pasado a la historia. Pero Pekín tiene también esa llave definitiva para lograr un punto de inflexión hacia la paz.