Parresía

Antes y después de Pedro

Parece mentira que Félix Bolaños, Patxi López y Pilar Alegría –todos con idénticos giros verbales– militen en la misma formación que Felipe González, Alfonso Guerra, Javier Lambán, Emiliano García-Page y otros socialistas ilustres

Con tanto escándalo semanal, percibo que aquí ya no hay dos Españas en lo ideológico, hay una multitud abrasada, muy desencantada ante la montaña de presunta corrupción socialista que vamos conociendo gracias al trabajo de la UCO y al mandato del Tribunal Supremo. Hay también millones de españoles que, de todos modos, jamás van a cambiar de color y votar al opuesto: se agarrarán a su sentir reptiliano, al mismo que les hacer ser forofos de su club de fútbol. Se agarrarán a sus colores, independientemente de si apoyan o repudian al líder caído en el descrédito al que, en su día, votaron.

Pero ojo, existen ya dos PSOEs. ¡Hay un guerracivilismo socialista muy interesante! Tenemos por un lado al sanchismo que gobierna y, por otro, al socialismo previo. Ambos, profundamente enfrentados. Tenemos a las formaciones de la izquierda cada vez más fragmentadas. Existe un antes y un después de Pedro Sánchez, como pasa con el mismísimo Jesucristo. Nuestro presidente ya puede dormir tranquilo, con la seguridad de que pasará a la Historia, con mayúsculas, como él soñaba. Otra cosa es que le guste el boceto que de él se haga.

Parece mentira que Félix Bolaños, Patxi López y Pilar Alegría –todos con idénticos giros verbales– militen en la misma formación que Felipe González, Alfonso Guerra, Javier Lambán, Emiliano García-Page y otros socialistas ilustres. Resulta chocante escuchar a Page vaticinando que Sánchez no llegará a agotar su legislatura, o al expresidente González anunciar que no va a votar al PSOE si se consolida la Ley de Amnistía.

En su momento, no comprendí y, de hecho, me disgustó que, en tiempos de Zapatero, los bilduetarras fueran blanqueados, introducidos en nuestras instituciones sin que ETA tuviera que condenar oficialmente sus crímenes. Al cabo de los años, resulta que Otegi es “un hombre de paz”.

Ahora, de nuevo, no comprendo que Sánchez conceda a Puigdemont una ley de Amnistía redactada a su medida, a la vista de todos, con tal de permanecer en La Moncloa. Y que esa ley, finalmente, salga adelante avalada solo por los magistrados progresistas de ese alto tribunal. Al cabo de unos meses, resulta que el sedicioso y fugado Puigdemont ya paseará por aquí.

Por lo demás Pedro Sánchez, cuando sale ahí fuera –véase cumbre de la OTAN– trabaja para sí mismo, se esfuerza en marcar perfil. Su no al 5% del PIB en Defensa, exigido por el chabacano Trump a todos los aliados, le ha servido para congraciarse de repente con esos socios de investidura que le empezaban a mirar con asco, por aquello del caso Cerdán/Ábalos. A fin de cuentas, son esos socios los responsables de sostenerle en el poder. Son sus cómplices y, como tales, se les tratará en las urnas. Solo espero que el pulso de Sánchez con Trump no nos salga caro a los españoles