El canto del cuco

Antisemitismo

El prejuicio u odio hacia los judíos se extiende peligrosamente, y España no es una excepción

El conflicto palestino-israelí, con la despiadada intervención de Israel en la Franja de Gaza, en represalia por el cruel ataque de Hamás, no sólo está poniendo a prueba la frágil coexistencia pacífica en todo Oriente Medio; está haciendo también que rebrote en Europa con fuerza la peste del antisemitismo. El prejuicio u odio hacia los judíos se extiende peligrosamente, y España no es una excepción. Desde la presidencia del Gobierno, en una iniciativa personal del presidente Sánchez, se impulsa en las presentes circunstancias el reconocimiento oficial del Estado Palestino. Al aire de esta propuesta, desde la izquierda, sobre todo desde la extrema izquierda en el poder, se exhibe con ira la bandera palestina contra Israel. En principio, nada que objetar si la crítica se reduce a oponerse a la política que está llevando a cabo el actual Gobierno israelí; sobre todo, su actuación militar en Gaza. Hay muchos judíos que están en contra de esa intervención tal como se está desarrollando.

Pero, alentado por las presentes circunstancia bélicas, estamos asistiendo a un fuerte movimiento antisionista, que cuestiona la existencia misma del Estado de Israel y aboga por su destrucción política. Eso sobrepasa la idea de crear ahora un Estado Palestino. El retraso y la tibieza de Sánchez en condenar el ataque iraní apunta a lo mismo. En sí, esto no debe considerarse antisemitismo, pero puede derivar, sobre todo entre la gente más extremista, en prejuicios o incluso en odio contra los judíos. Desde luego está contribuyendo a borrar o disipar la memoria del Holocausto. Conviene recordar que el sionismo no es de suyo un movimiento religioso, sino político, centrado en la formación, en 1948, del Estado de Israel, y en su conservación como tal. Y, según el diccionario de la RAE, antisemita es el «que muestra hostilidad o prejuicios hacia los judíos, su cultura o su influencia». Una sutil diferencia, fácilmente traspasable. Los presentes sufrimientos del pueblo palestino están empujando a ello.

De unos años a esta parte, el fantasma del antisemitismo recorre Europa, y España no es ajena a esta reaparición. Se nota especialmente en Alemania y Francia; pero, como digo, aumenta peligrosamente en nuestro país. Zola advirtió en las postrimerías del siglo XIX que «el antisemitismo, en los países en que tiene verdadera importancia, no es sino el arma de un partido político o el resultado de una situación económica grave». Hoy podemos añadir, entre sus causas, la insoportable tensión entre Israel y sus vecinos, la creciente polarización política en Occidente con prevalencia de los extremismos y la progresiva pérdida en Europa de la memoria de sus orígenes judeo-cristianos.