El trípode

La «aurora boreal de Fátima»

Que ese tan poco frecuente acontecimiento atmosférico se produjera además tan próximo al día 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima, ha provocado numerosas especulaciones y comentarios al respecto.

No es normal ver el fenómeno atmosférico de las auroras boreales en nuestras latitudes al estar demasiado alejadas del Polo Norte terrestre, límite superior del hemisferio boreal, donde son frecuentes, razón por la cual reciben ese calificativo. Curiosamente las auroras boreales están ahora de actualidad en España después de haberse podido observar en diversas localidades del país el pasado viernes día 10. Que ese tan poco frecuente acontecimiento atmosférico se produjera además tan próximo al día 13 de mayo, fiesta de la Virgen de Fátima, ha provocado numerosas especulaciones y comentarios al respecto. El motivo es que precisamente el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, provocada por no haberse producido la conversión pedida ni, en su defecto, la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María solicitada por la Virgen de Fátima, fue anunciado por Ella que se conocería «cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida». Ese acontecimiento –conocido como la «aurora boreal de Fátima»– se produjo y se pudo observar en casi todo el hemisferio norte al atardecer del 25 de enero de 1938. Los astrónomos, no sabiendo explicar tan curioso fenómeno, lo calificaron como una «extraña aurora boreal». Habían transcurrido casi diez años desde el 13 de junio de 1929, cuando en la localidad pontevedresa de Tuy comunicó a la entonces religiosa dorotea Lucia que había llegado la hora de efectuar la consagración pedida y que si no se realizaba, cuando vieran ese fenómeno, sería la señal de que Dios iba a castigar al mundo por sus «crímenes y pecados» mediante la guerra. A su vez, faltaban diez años para que se desencadenara la contienda el 1º de septiembre de 1939, plazo dado para haberla podido evitar efectuando el Papa la consagración de Rusia solicitada.

El que en la actualidad Rusia esté en guerra en Ucrania desde hace más de dos años y no haya ninguna iniciativa de paz es una muy grave circunstancia a añadir a esa llamativa coincidencia, que ha encendido no pocas alarmas. Esta aurora boreal no parece tener relación directa con aquel aviso del año 1929, si bien debe considerarse con especial atención que si el Cielo entonces advertía de que «las guerras son consecuencia de los pecados de los hombres», razón por la que la Virgen, como singular embajadora, lanzaba un apremiante mensaje de conversión a la humanidad, ahora no es necesario demostrar que no estamos mejor precisamente. La ciencia atmosférica anuncia próximas tormentas solares y cambios magnéticos en la Tierra y en el sol. Sería conveniente que miráramos a lo Alto, y no solo al cielo.