
Apuntes
Las Belarras se nos hacen mayores
Llega la paz y Sánchez, tan contento, abrazado en un rincón a su embargo «fake»
Si todo sale bien, cuando se publiquen estas líneas, los rehenes israelíes estarán con sus familias y el proceso de paz de Gaza habrá superado uno de los obstáculos más difíciles. No es que uno sea muy optimista sobre el futuro palestino, al menos hasta que Hamás desaparezca de nuestras vidas en el basurero de la historia, pero se alegra del fin de una guerra cruel como todas esas guerras que, desde el estallido de las ideologías, comenzando por los comunistas, se han venido librando sin respeto alguno por la población civil.
Tras el cese de las operaciones militares, es de esperar que se ponga en marcha una nueva reconstrucción de la Franja, una más, con la intervención de Occidente y también, aunque no está claro, de las ricas naciones petroleras del Golfo, que queda mucha faena por delante y, si se hace bien, puede ayudar a cambiar las perspectivas de vida de una población tan castigada como fanatizada como la gazatí.
Lo que está claro, cristalino, es que España, abrazada a su embargo del comercio de armas a Israel, apenas va a contar en todo el proceso que comienza, que las tácticas para la galería, si son divisivas, mejor; del sanchismo no tendrán muchas consecuencias intramuros, con una opinión pública a la que se obliga a tomar partido día sí, día no, en problemas artificiales como cortinas de humo, pero en el exterior sí, que la pérdida de la sintonía y la confianza entre países con una cultura política semejante no se arregla fácilmente.
Y menos mal que nuestras Belarras se nos van haciendo mayores y van adquiriendo esa experiencia de vida que lleva a reflexionar sobre las consecuencias de los actos y, por tanto, a la madurez. Así, tras montar el pollo sobre el embargo «fake» de armas a Israel, el «decreto coladero» y otras lindezas, incluso en el prime time de las televisiones amigas, a la hora de la votación decidieron rectificar, que a ver cómo le explicaban el lío del «No» a unos votantes que se han dejado una pasta en banderas palestinas, abriendo, sin querer, claro, una puerta a la rectificación de la estúpida política sanchista con Israel, aunque esa puerta sea la de atrás.
Y lo mismo reza para su apoyo a la Ley de Movilidad Sostenible, que no detiene la ampliación del aeropuerto de Barcelona ni, tampoco, la ampliación del puerto de Valencia, ambas obras públicas imprescindibles para asegurar el crecimiento económico en sus respectivas áreas de influencia.
Se dice por ahí, sin embargo, que no nos hallamos ante una cuestión de madurez, de aprendizaje de la realidad y de asunción de las fuerzas que se combinan en una sociedad democrática, que todo es más pedestre y gira en torno a la escasez de puestos de trabajo bien remunerados fuera de la política. Que nuestras Belarras, tan de rompe y rasga a la hora de usar el látigo verbal contra las derechas, aquilatan mes a mes lo que les entra en la cuenta corriente, como cualquier rentista de ciudad pequeña, y que, si dejan caer a Sánchez, no vislumbran, precisamente, un futuro que vaya a ser mucho mejor que su actual presente de 100.000 al año, euro arriba, euro abajo. Que hay muchas bocas que alimentar y que de la ideología sólo se vive cuando estás en el machito.
En fin, que la sensatez, y ya lo siento, les ha venido forzada.
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