A pesar del Gobierno
Huelga y economía
Lo último que necesitaba la economía española era una huelga general. Sus costes, aun suponiendo una ausencia total de intimidación y violencia, pueden ser abultados: el diario "Expansión"ha estimado que el coste económico puede oscilar entre el 0,1 % y el 0,4 % del PIB, es decir, puede llegar a los 4.000 millones de euros si obtiene un considerable respaldo, algo que, gracias a Dios y a los trabajadores, no se ha producido. Por supuesto, el "seguimiento"o el "respaldo"nunca pueden ser establecidos con precisión porque las cifras no representan la voluntad de los trabajadores: siempre incluyen en alguna medida la coacción de quienes dificultan o impiden el ejercicio de su libertad para ir a trabajar.
En el coste económico de la huelga también hay que incluir la mala imagen del país, justo ahora cuando las autoridades intentan promover la "marca España". Aunque posiblemente el mayor de los costes para la economía española sería ceder ante las pretensiones de la izquierda y los sindicatos. En efecto, lo más absurdo de todo esto es el mensaje central de los convocantes, que apunta a los males que la reforma laboral descargará sobre el pueblo. "Quieren acabar con todo"reza el lema sindical animando a la huelga. Pero esto es absurdo: los males que padecen los trabajadores no son algo que haya que augurar para el porvenir sino algo que hay que constatar en el presente, un presente con más de cinco millones de parados, cuyas desgracias sólo el delirio permitiría atribuir al actual Gobierno, por más que sea un Gobierno deficiente. Las crueles características del presente no son debidas a la reforma laboral, porque se han producido sin ella, y con la ineficaz, descarada y onerosa complicidad de, mire usted por dónde, los mismos que encabezan ahora paros, marchas y manifestaciones.
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