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Guetos en el país más feliz del mundo

La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt participa en una vigilia tras los atentados de febrero en Copenhague
La primera ministra danesa, Helle Thorning-Schmidt participa en una vigilia tras los atentados de febrero en Copenhaguelarazon

En el punto de mira del terrorismo islamista desde que hace una década el diario “Jyllands-Posten” publicara una docena de caricaturas de Mahoma, Dinamarca sufrió en febrero un doble atentado terrorista que se cobró la vida de dos personas en Copenhague. El hecho de que el autor, Omar Abdel Hamid el Husein, fuera un joven de 22 años de origen palestino nacido en suelo danés abrió el dabate sobre la seguridad antiterrorista y la integración de los inmigrantes en el país nórdico.

Como ocurre en la vecina Suecia y en otros países europeos, la opulencia de las grandes ciudades danesas, Copenhague, Aahrus y Odense, esconde en su interior suburbios que concentran a la población de origen extranjero. Éste es el caso de Mjolnerparken, donde residía Omar el Huseion. Ubicado en el barrio de Norrebro, al norte de Copenhague, el 86% de su población es de origen extranjero y sufre une tasa de paro del 46%, muy lejos del 5% nacional. Son en en estos barrios abandonados por el Estado del Bienestar donde el discurso radical del yihadismo ha hecho mella. Con apenas 5,5 millones de habitantes, Dinamarca es el segundo país europeo en relación a su población que más combatientes ha enviado a las guerras de Irak y Siria. Mehdi Mozzafari, profesor de origen iraní de la Universidad de Aahrus, “es importante tomarse en serio a estos jóvenes. Hasta ahora nadie ha tenido en cuenta el aspecto de la integración cultural, algo que necesita ser afrontado desde la escuela primaria”.

Como lleva sucediendo desde hace quince años, la inmigración y la creciente llegada de refugiados ha vuelto a monopolizar la campaña electoral danesa. La ultraderecha xenófoba del Partido Popular Danés (DF), que sigue los talones de socialdemócratas y liberales en los sondeos, espera poder capitalizar el creciente miedo social a la inmigración no occidental, el eufemismo que el DF emplea para aludir a los musulmanes, que representan un 4% de la población total. Según un sondeo de YouGov realizado antes de los atentados, un 50% de los daneses desea controlar la llegada de musulmanes, mientras que un 31% se opone a que supere el 5% de la población.

La ultraderecha, que durante una década de Gobiernos conservadores (2001-2011) impuso una endurecimiento de la política migratoria a cambio de su apoyo, ha contaminado el discurso político nacional y obligado al resto de partidos a adoptar una política más dura para no perder votos. Éste es el caso de la primera ministra, la socialdemócrarta Helle Thorning-Schmidt, que en su discurso de Año Nuevo arremetió contra el abuso de las ayudas sociales. “¿Ha funcionado la integración? No. La realidad es que demasiados inmigrantes y refugiados viven de las ayudas estatales. Debemos evitar los fallos del pasado. Inmigrantes y refugiados no deben convertirse en clientes. Si vienes a Dinamarca, debes por supuesto trabajar”, aseguró.

Más optimista se muestra Katarzyna Stoklosa, profesora de Relaciones de Vecindad en la Universidad del Sur de Dinamarca, que en conversaciones telefónica con LA RAZÓN subraya que “lo bueno de la política de integración danesa es que es para todos. Todos tienes los mismos derechos y tienen las mismas obligaciones. Lo malo es que esta igualdad no ha logrado reconocer el problema, que tal vez los musulmanes necesitan más apoyo”. No obstante, Stoklosa lamenta que los países del norte de Europa ya no se muestran tan solidarios como acostumbraban: “Antes, en los países nórdicos, la tolerancia era más grande, se aceptaba más a los de fuera. Ahora, se trata de buscar al otro, a quien ha traído los problemas a la puerta de su casa”.

pgarcia@larazon.es