No es lo que parece
Libia y el juego de las diferencias
Libia no es Irak, pero se le parece mucho. Hay que descartar que el PP dé esta batalla porque aun no ha superado muchos complejos y traumas del pasado, pero si la diera, el PSOE la perdería. Esta vez la comunidad internacional no ha cometido errores del pasado, no se ha inventado excusas de mal pagador para actuar contar un genocida, como lo es Gadafi, y como lo era Sadam Huseim. Y la opinión pública está más concienciada. Pero aunque la resolución de la ONU es necesaria para que la guerra parezca menos guerra, no deja de ser una guerra ni tampoco impide que vaya a ser necesario quedarse en Libia si de verdad queremos establecer un régimen más justo y más democrático. Rajoy podría preguntarle a Zapatero ¿por qué cree necesario derrocar a Gadafi y no le parecía conveniente quitar de en medio a Sadam? ¿O por qué los libios tienen más derecho que los iraquíes a vivir en libertad y en democracia? También podría recordarle que en 2004 no creía que la guerra convencional fuese útil para combatir el terrorismo o que hasta que no llegó Obama a la Casa Blanca no consideró conveniente enviar guardias civiles a Irak dentro de una misión que había sido lanzada años antes en el marco de otra resolución de la ONU que entonces a Zapatero no le pareció colchón suficiente. Rajoy también podría echarle en cara que su pacifismo y su antibelicismo se lo ha llevado el baño de realismo que le ha caído encima en La Moncloa. Pero no es previsible que el líder del PP ataque a Zapatero por ese flanco porque tiene miedo de que se le revuelva y le haga algún arañazo. Guante blanco atado con el lazo del sentido de Estado.
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