A pesar del...

Bolsillos y nervios

El dinero público no es «de todos» porque no todos decidimos sobre él. De hecho, decide una minoría, y es el Estado

Incapaz de ponderar la crisis del Estado de bienestar, la izquierda, presa de un creciente nerviosismo, corre un riesgo parecido al que llevó a la insignificancia a los comunistas que insistieron en defender el sistema de Marx cuando su carácter empobrecedor y criminal era cada vez más incuestionable. Dirá usted: no cabe identificar al socialismo democrático con el comunismo soviético. Es verdad, por supuesto, pero sí cabe establecer un paralelismo entre el negacionismo de ambas variantes del autodenominado progresismo. En el caso de los defensores del «Welfare State», el negacionismo estriba en no reconocer que la relación entre el poder y sus súbditos es dinámica y cambiante.

Un ejemplo de esa actitud fue un artículo publicado en «El País» por la doctora Pilar Mera Costas, profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, que se felicitaba por el aumento del gasto público como «red de seguridad» gracias a la cual «nadie se queda atrás», pero se preocupaba porque «de manera creciente los impuestos se han convertido en los malvados de la película y se intenta imponer un discurso que los deslegitima. Discursos que afirman que el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos no son inocuos. Parecen olvidar que la finalidad de esa recaudación es financiar los servicios públicos y que, por ello, ese dinero no es del Gobierno ni de nadie, sino de todos».

Dos facetas del negacionismo de la profesora Mera Costas llaman la atención. En primer lugar, el dinero público no es «de todos» porque no todos decidimos sobre él. De hecho, decide una minoría, y es el Estado, efectivamente, el que nos lo arrebata a todos bajo pena de cárcel.

En segundo lugar, como he señalado, la relación entre gastos e impuestos, y el respaldo del pueblo a ambos cambia con su incremento, y llega un punto, en el que estamos probablemente ahora, cuando la rentabilidad política del aumento del gasto resulta inferior al coste político del aumento de los impuestos. Destacados economistas, en absoluto liberales radicales, como Vito Tanzi, lo han detectado ya –en el libro «Hacienda somos todos, cariño», publicado por Ediciones Deusto, damos algunas pistas: https://bit.ly/41Orzk6.

He señalado varios aspectos de este negacionismo de doña Pilar sobre el aprecio genuino que sienten los ciudadanos hacia sus bolsillos. Hay más. Continuará.