Opinión

El caballo de Troya

Se acumulan los desencuentros entre los socios de gobierno, y ahora la guerra de Gaza ha abierto una nueva brecha en el Ejecutivo de España

Se acumulan los desencuentros entre los socios de gobierno. Si la manera de encarar de Yolanda Díaz la negociación de la ley de amnistía dinamita la estrategia de Pedro Sánchez de ir creando un caldo de cultivo en la opinión pública que vaya madurando para terminar colándola como un mal menor, la guerra en Gaza ha abierto una nueva grieta en el Gobierno.

Sumar y Podemos se han desmarcado desde el primer momento, negándose a condenar como acto terrorista el ataque de Hamas a Israel, cuestión que dejó al PSOE en una posición incómoda y disonante con el resto de países europeos.

En realidad, la legislatura pasada vino trufada de iniciativas que evidenciaban profundos desacuerdos y pulsos permanentes entre Podemos y el PSOE. Nunca fue un gobierno de coalición sino una coalición de gobiernos, lo que hábilmente sintetizó Alfredo Pérez Rubalcaba bajo la calificación de ejecutivo Frankenstein.

Las cosas no van a ser muy diferentes en la próxima legislatura, con el agravante de que, ahora, el gobierno será Frankenstein más Puigdemont, es decir, más monstruoso aún.

La propia negociación de la investidura está evidenciando el poder que ha dado a los independentistas y nacionalistas la debilidad de Sánchez, que ha tenido que rogar a Junqueras que aleje la negociación sobre el referéndum de autodeterminación del proceso de investidura.

Es posible que Junqueras le tome la mano y se cobre intereses. Para ERC el coste electoral de frenar la consulta es grande, de ahí que Aragonés, que se está jugando la presidencia de la Generalitat, muestre un discurso más duro para volver a atraer al electorado más radicalizado que hoy apoya a Junts.

Sea por la vía rápida o, a través de una segunda velocidad, en Moncloa están trabajando en cómo endulzar una consulta para que sea comestible por los votantes.

El principal argumento que ha puesto en marcha Sánchez en favor de las cesiones a los separatistas es la resolución del conflicto catalán. Sin embargo, eso es exactamente lo contrario de lo que va a conseguir.

El coste de la investidura en términos de amnistía y autodeterminación es un cambio de orden político de tal magnitud que la única consecuencia que tendrá es el agravamiento del problema.

Los separatistas solo contemplan la independencia como fin y todas las exigencias que arrancan al Estado son terreno conquistado y sin retorno. Lo que para Sánchez es coyuntural, para ellos es estructural.

El gobierno Frankenstein más Puigdemont no es más que un caballo de Troya para el país.