
El canto del cuco
Una campaña antisemita
Entre las nueve medidas anunciadas figura el embargo de armas. Veremos con qué grado de cumplimiento y cuáles serán las consecuencias de estas decisiones
El enfrentamiento con Israel por el conflicto palestino está alcanzando una crudeza peligrosa. El Gobierno de Pedro Sánchez, presionado por la extrema izquierda representada en el Consejo de Ministros, está perdiendo los papeles y dilapidando el prestigio internacional de España. Costó Dios y ayuda, tras la larga etapa franquista, empeñada en justificar el aislamiento por «la conspiración judeo-masónica», establecer por fin relaciones diplomáticas con Israel, que fueron la prueba definitiva de la consolidación democrática. Un mérito más de la modélica Transición, que ahora se denigra. Después llegó venturosamente la acogida a los judíos sefardíes, que forman parte de la dispersa herencia española. Fueron actos de justicia histórica, que ahora están siendo puestos en peligro por la irreflexiva diplomacia para consumo interno del Gobierno sanchista, con la ayuda de un ministro de Asuntos Exteriores que no da la talla.
La tensión está llegando a límites intolerables. Los violentos intentos de boicot a la Vuelta ciclista a España porque participa un equipo israelí, en protesta por la ocupación de Gaza, por muy reprobable que ésta sea, están dejando traslucir una campaña antisemita, alentada desde el Gobierno. De hecho el Gobierno de Israel ha decidido prohibir la entrada en el país a dos ministras españolas de extrema izquierda, mientras el jefe de la diplomacia israelí califica de corrupto y antisemita al Gobierno de Pedro Sánchez. Éste, aplaudido por Hamás, anuncia nuevas medidas para frenar el «genocidio de Gaza», con el argumento de que «lo de Israel no es defenderse, eso es exterminar a un pueblo que está indefenso». Entre las nueve medidas anunciadas figura el embargo de armas. Veremos con qué grado de cumplimiento y cuáles serán las consecuencias de estas decisiones en las relaciones, ya quebradizas, con el Gobierno de Estados Unidos.
La escalada de tensión no lleva trazas de frenarse. Al contrario. Cada vez se ve a Sánchez más acorralado dentro y más alejado de los principios democráticos occidentales, buscando refugio en lejanos regímenes «progresistas», como China, Brasil o Venezuela, siguiendo el camino de Zapatero, su antecesor y guía. Trump y Netanyahu son sus bestias negras. Lo que está pasando en Gaza le envalentona. Sabe que su actitud encuentra buena acogida en la extrema izquierda y en parte del socialismo y de la opinión pública. Es de las pocas cosas que aún pueden mantenerlo en el candelero. No le importa que esta actitud suya por libre ponga en serio riesgo las relaciones de España con Israel y mucho menos que aliente el antisemitismo, con la ayuda descarada de sus socios del Gobierno, que es lo que está pasando.
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