Escrito en la pared
Caos de las balanzas fiscales
La ministra de Hacienda ha anunciado que va a hacer públicos los datos con los que puede construirse una balanza fiscal; y también que allá cada Comunidad Autónoma con lo que quiera hacer con ellos
La obsesión catalana sobre la balanza fiscal viene de la idea falsa –asentada hace medio siglo por Ramón Trias Fargas– de que, con ella, puede demostrarse que Cataluña está sometida a un expolio vinculado al pago de impuestos. Sin embargo, ese instrumento contable no es sino una parte de la balanza de pagos y lo que muestra es sencillamente que si registra un déficit, éste se ve compensado por un superávit por cuenta corriente. En román paladino esto significa que el déficit fiscal no es sino la contrapartida del superávit comercial de Cataluña con el resto de España. Y así con cualesquiera otras regiones.
Ahora la ministra de Hacienda ha anunciado que va a hacer públicos los datos con los que puede construirse una balanza fiscal; y también que allá cada Comunidad Autónoma con lo que quiera hacer con ellos. Pero hay que tener en cuenta que la metodología de esa construcción no está establecida por medio de una serie de convenciones contables, pues existen diversos criterios para imputar geográficamente los ingresos y gastos. Esto significa que, si cada gobierno autonómico hace de su capa un sayo, entonces el caos está servido, pues las operaciones de manipulación de los datos son fáciles de hacer y, sobre todo, de ocultar. Las balanzas fiscales se convertirán así en un tinglado al servicio de los intereses espurios de la clase política regional. Y como de lo que se trata es de hacer números, la opinión de los ciudadanos que no están acostumbrados a éstos se verá mangoneada por los políticos.
Lo malo de todo esto es que, cuando la citada ministra accedió al cargo, el ministerio de Hacienda tenía un Sistema de Cuentas Públicas Territorializadas en el que los problemas metodológicos estaban resueltos. La señora Montero dejó de publicarlo, tal vez porque sus resultados mostraban que la Generalitat catalana inflaba sus estimaciones del déficit fiscal en un 79 por ciento y no era cosa de cabrear a los socios del gobierno progresista. Ahora, siguiendo la misma tónica, la ministra prefiere alimentar el caos contable antes que restablecer aquel valioso instrumento estadístico. Y todo para sustentar, ahora desde el gobierno nacional, ese falso tópico nacionalista catalán según el cual «España nos roba».
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