A pesar del...
Celebración de lo arcaico
Resulta que las trabajadoras no quieren el «Estado emprendedor y planificador» que anhelan los populistas, y dudan razonablemente de que la «justicia social» pueda edificarse quitándole a las mujeres lo que es suyo
El diputado populista, Íñigo Errejón, escribió hace un tiempo un artículo en El País anunciándonos el final del liberalismo. ¿Sabe usted, señora, desde cuándo los profetas de la coacción vienen proclamando la extinción del liberalismo? En efecto, desde que apareció el liberalismo.
Sostiene Errejón: «Las propias recomendaciones de las instituciones europeas e internacionales certifican el retorno del Estado, la planificación y la redistribución de la riqueza al centro de la agenda económica. El recetario neoliberal parece hoy arcaico y desprestigiado, y eso sólo puede ser una buena noticia para las fuerzas democráticas…modelo neoliberal, intelectualmente muerto, pero al que aún hay que enterrar políticamente».
O sea que el Estado ha «retornado». Como sólo puede retornar lo que se ha marchado, resulta que el portavoz populista nos asegura que el Estado antes no estaba. Podría haberse molestado en mirar las cifras, o en charlar cinco minutos con cualquier contribuyente, como usted, señora. Usted sí que sabe que lo del Estado ausente es un camelo. De hecho, es un camelo parecido a lo que Errejón apunta de «hacer la vida de la mayoría más fácil, exigiéndole por ello una mayor contribución a la minoría más enriquecida». Nunca es así, porque los antiliberales castigan siempre a la mayoría de la población.
Análoga ficción es eso de que el liberalismo es «arcaico y desprestigiado», y que para celebrar este fausto deterioro, las «fuerzas democráticas» lo enterrarán políticamente, porque intelectualmente ya está muerto.
Pues, no. Lo que es realmente vetusto es el antiliberalismo, carente de solvencia intelectual siempre, y que, para colmo de las alegrías democráticas, es rechazado por las trabajadoras en las urnas en varios países, sin ir más lejos, en el país de don Íñigo.
Resulta que las trabajadoras no quieren el «Estado emprendedor y planificador» que anhelan los populistas, y dudan razonablemente de que la «justicia social» pueda edificarse quitándole a las mujeres lo que es suyo. Y tampoco creen que el poder político deba expandirse aún más para «frenar la pulverización de nuestra comunidad», que ya la podemos defender nosotros si nos dejan en paz.
En cambio, quieren celebrar lo arcaico: su libertad, sus derechos, su propiedad, y todo lo que el antiliberalismo de todos los partidos pretende vulnerar, alegando que es por el bien de la mayoría. Como dice el tango: mentira, mentira.
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