Eleuteria

Ciudades de 15 minutos

Sería deseable que, cuando la izquierda nos vende sus mundos urbanísticos de rosa, también nos explicitara qué pretende en última instancia con ello

Más Madrid y el PSOE buscan trasladar a los ayuntamientos de la Comunidad de Madrid una idea que surgió inicialmente de Estados Unidos pero que no ha tardado en adaptarse e importarse a Europa: las ciudades de 15 minutos. En esencia, que los principales lugares hacia los que una persona deba desplazarse con habitualidad (centro de trabajo, centro comercial, centro educativo, centro de salud, centro de ocio) estén a un radio de 15 minutos andando o en bici.

A muchos no les sonará mal la idea porque, de hecho, es una aspiración bastante razonable desear minimizar los tiempos de desplazamiento y, por tanto, disponer de una amplia variedad de servicios cerca del hogar. Sin embargo, el objetivo de este modelo de ciudad va más allá de meramente rediseñar nuestros núcleos urbanos. Desde algunos sectores conspiranoicos de la derecha se ha insinuado que el propósito último es encerrarnos en nuestros barrios, como si fueran guetos, de los que no poder escapar. No, el propósito no es ése pero sí el de imponer un uso minimalista del coche privado.

La lógica parece inapelable: si ya lo tenemos todo a 15 minutos andando desde casa y si, además, el coche con motor de combustión es malísimo para el entorno, ¿cuál puede ser la justificación para seguir utilizándolo? Ninguna, salvo para contadas excepciones. Así, de hecho, se va a organizar, siguiendo los principios de la ciudad de 15 minutos, Oxford. El ayuntamiento de este municipio ya ha anunciado «filtros de tráfico» para prohibir la circulación en coche por las principales arterias de la urbe entre las 7 de la mañana y las 7 de la tarde: aquéllos que lo soliciten podrán recibir permisos especiales para traspasarlos pero sólo durante 100 días al año (y los no residentes, sólo durante 25 días al año). El objetivo, según dice el propio ayuntamiento, es que los ciudadanos empleen medios de transporte alternativos, como los autobuses, taxis, bicicletas o incluso motocicletas.

La finalidad, pues, no es encerrar a nadie en ningún lado (impidiéndole salir de su barrio), sino expulsar al coche de la ciudad. Sería deseable que, cuando la izquierda nos vende sus mundos urbanísticos de rosa, también nos explicitara qué pretende en última instancia con ello: que los coches dejen de circular por las ciudades y que, si necesitamos emplearlos, nos resulte muchísimo más costoso hacerlo.