Clases medias

Hoy la palabra de moda es «aranceles». El problema del plan trumpista de aranceles es que no sabemos si hay plan. Debemos suponer que tiene unos expertos economistas detrás que lo diseñan, pero ¿en realidad sabemos algo? ¿Nos consta con detalle que ese equipo de economistas existe? Porque aquí todavía tenemos el infausto recuerdo de aquel supuesto equipo de expertos que se nos decía que aconsejaba a nuestro gobierno en la pandemia y que nunca vimos.

Suponiendo que en USA las cosas se hagan mejor y que los tenga –que sería lo sensato en cualquier equipo de gobierno– esa suposición nos lleva a dos nuevas preguntas. La primera sería: por muy expertos que sean ¿no están elucubrando en el fondo sobre terreno ignoto? Porque cualquier lección disponible para la humanidad sobre políticas de aranceles pertenece a la época previa a la globalización.

La segunda pregunta es: ¿En qué infundado optimismo tendríamos que basarnos para pensar que la sensatez anima al actual equipo de gobierno norteamericano? Porque de sus declaraciones previas y actuaciones públicas se deduce también que esa no es precisamente la virtud central que define a sus integrantes.

Lo único empíricamente constatable por observación es que, hasta la fecha, la clase media norteamericana, que era la piedra de toque de la producción manufacturera de occidente, está siendo desplazada en su papel por la clase media china que se dedica a lo mismo. Es decir, a vendernos sus manufacturas a todo el resto del mundo. Por tanto, la tercera guerra mundial se está dando entre esos sectores.

Si Marx levantara la cabeza, asistiría atónito al espectáculo de que su lucha de clases se está dando, pero no entre proletarios y señores con chistera, sino entre varias clases medias. En el fondo, le estaría bien empleado ese baño de realidad. Por la arrogancia de haber ignorado siempre en sus cálculos a los autónomos.