LaLiga Santander
15 minutos
Cada 22 de septiembre entra el otoño y los árboles, tarde o temprano, no desde el minuto uno, pierden las hojas según la fuerza de los rayos del sol y el ímpetu del viento. Norma de la estación. Como que el balón caiga dentro de la portería prevista en esos partidos donde la diferencia entre los contendientes es abismal. E infinita si uno de los dos, el más débil en este caso, sólo tiene que poner la otra mejilla porque, con perdón, no hay prima que convierta a un asno en pura sangre. Antes o después, el favorito reafirma su condición y cruza primero la meta. La hoja besa la red y Segismundo repite el soliloquio: «¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño: / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son».
Marcó Cristiano Ronaldo en Riazor a los 7 minutos y durante un cuarto de hora el Madrid soñó, hasta que Luis Suárez pidió la vez en Los Cármenes. Quince minutos del más efímero de los campeonatos y la lógica aplastante cuajó como un otoño tardío. El Granada enarboló el espíritu de la resistencia sembrando el campo de minas. Los tobillos de Neymar eran pieza codiciada; la distribución de Messi, un reparto con tiralíneas, y el fútbol de Iniesta, pura ensoñación. Que llegue así a Francia, que no se lesione ni se fatigue. A una final de Copa de la caída del telón no es mucho pedir.
El Deportivo, menos agresivo que el Granada, prefirió las margaritas a los explosivos y durante muchos minutos se dejó mecer por la brisa madridista. Al cabo del primer tiempo, Ronaldo había marcado los dos goles, sumaba 35 en la Liga y Zidane le retiró por precaución. Luis Suárez llegó hasta los 40. Él es Pichichi y el Barça, un campeón primaveral más remolón de lo previsto.
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