Julián Redondo

20 segundos

El balón no es lo suyo. Exagerando, el Atlético lo pierde antes de tocarlo. Pero arrancó un empate trabajado, sufrido, sudado, tarjeteado y sostenido por Courtois, el contrapunto de Iniesta, un futbolista de fábula que ganará el Balón de Oro cuando a muchos farsantes se les caiga la venda. Prevaleció el dominio azulgrana, calidad superior, físico encomiable, y Brych remando a favor de corriente. Sembró de amarillas al visitante y ahorró con el anfitrión, al que regaló los últimos 20 segundos del partido cuando el equipo de Simeone iba a sacar una falta contra la portería de Pinto... No juzgó con equidad a los contendientes, le riló el peso del Camp Nou y le pesó la púrpura barcelonista.

Jugó Diego Costa, sólo 30 minutos. Forzó y recayó. Qué inoportuno. A los doce, una costalada retiró a Piqué del partido al fallar un intento de escalada sobre la espalda del hispanobrasileño. Empate a bajas en el primer tiempo, a uno al final y a presión, una presión bestial tanto del Barcelona como del Atlético, derroche físico esencial para evitar disgustos. Cuatro jugadores encima del que recibía la pelota. La ventaja de los pupilos de Martino, que tocan mucho mejor, que tienen recursos para evadirse de un control tan férreo. Los atléticos suspenden en esa asignatura; les cuesta tanto eludir esa frenética actividad, ese enjambre que vuelve tarumba al más templado, que fueron incapaces de achuchar al portero, el «pinto» débil del Barça, que pone los pelos de punta si ha de pasar el balón a uno de los suyos cuando le acosan. No es Valdés, pero no tuvo culpa en el golazo de Diego. Ni Courtois en el de Neymar.