Cástor Díaz Barrado

A la espera

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Todo parece indicar que Nicolás Maduro será el próximo vencedor de las elecciones presidenciales que van a tener lugar en unos días en Venezuela. No se puede negar que las posiciones que defiende el candidato oficialista cuentan con un gran apoyo popular y que, con seguridad, se seguirá la estela marcada por Hugo Chávez. Pero, también es verdad, que la situación es diferente a la que acontecía hace unos meses cuando el candidato de la oposición, Henrique Capriles, se enfrentó contra Chávez en las últimas elecciones. La sociedad venezolana ha experimentado profundos cambios en los últimos años y no olvida fácilmente los efectos políticos y económicos que produjeron en el país los gobiernos anteriores a la llegada de Chávez al poder a finales de los noventa. Las posiciones políticas no sólo están muy enfrentadas sino que, al mismo tiempo, expresan la honda división que existe entre los venezolanos. Capriles se ha dado cuenta de esta realidad e intenta, por todos los medios, presentarse como el candidato del consenso. Su máxima de que no es la oposición sino la solución quiere atraer a aquellos sectores que entienden que los sucesores del líder bolivariano no son lo mismo que éste. La finalidad última del discurso de Capriles es compaginar algunos componentes del ideario chavista con la garantía de que se van a ejecutar y hacer efectivas las promesas del actual Gobierno. El contenido social, indiscutible, del pensamiento y la praxis que condujo al presidente Chávez al poder en tantas ocasiones es aceptado por la oposición y esto supone un cambio radical en la política interna venezolana. Toda América Latina está muy atenta al resultado de estas elecciones puesto que el triunfo de uno u otro candidato traerá consecuencias de gran calado en la región. Todo es posible, por lo que el presidente Maduro se ha apresurado a decir que aceptará el resultado sea cual fuere. Capriles lo tiene difícil, muy difícil, a pesar de la demostración de apoyo que tuvo lugar el pasado domingo en Caracas. Pero Maduro es consciente de que no debe bajar la guardia en la carrera hacia la presidencia de la República. No es bueno para Venezuela ni para Latinoamérica que estas elecciones se contemplen en términos de posiciones irreconciliables a pesar de que ambos candidatos mantengan posturas enfrentadas en muchos asuntos. El previsible triunfo de Maduro debe abrir las puertas de la reconciliación social y esto sería una buena fórmula para que perviviese el ideario bolivariano. En democracia todo es posible.