Política

Abascal, un hombrecito

Queda por medio la Semana Santa, un debate y un puñado de mítines para saber lo que va a ocurrir en las elecciones más imprevisibles de las últimas convocatorias. Cuando uno repasa los medios de comunicación, pareciera que solo compiten Vox y el PSOE, una polarización que ni en sus mejores sueños habrían deseado los socialistas y que no es tanto mérito de sus estrategas de campaña, como de la decisión de Ciudadanos de situarse inamovible en el bloque de las tres derechas.

Con estas cartas marcadas se juega la partida electoral y, siguiendo la lógica, el punto de mira se sitúa ahora en los indecisos. Las quinielas están en pronosticar el efecto de la extrema derecha sobre ellos, es decir, si los moviliza hacia el Partido Socialista o si Vox es capaz de arrastrar a su favor hasta las urnas a decenas de miles de abstencionistas crónicos rompiendo todas las previsiones.

Tanto lo uno como lo otro tendrá consecuencias importantes en la gestión del resultado, porque lo que hoy parece una competición entre el auge de los radicales y el de la izquierda moderada para frenarlos, tiene pinta de que va a terminar convirtiéndose en un plebiscito sobre Sánchez.

Si el PSOE logra sumar la mayoría que necesita, Sánchez será el dirigente socialista con más poder interno que se haya conocido y tendrá un cheque en blanco para gobernar que pocos presidentes han disfrutado. La extrema derecha se irá diluyendo dentro del PP, Albert Rivera habrá agotado su último cartucho y Casado deberá estar preparado para pagar la factura de los damnificados en su gestión de las listas. Es posible aunque no seguro que sobreviva.

Por el contrario, si las tres derechas consiguen su propósito, será porque Vox ha logrado lo mismo que Donald Trump: el voto de los que nunca acuden a las urnas. Pero el mayor beneficiario no va a ser Abascal, porque el presidente sería Pablo Casado, que tendría la oportunidad de escribir su propia agenda y decidir si va a mantener al Partido Popular en las tesis más radicales desde la segunda legislatura de Aznar o va a moderarse.

En este caso, quien habrá finiquitado su carrera es Pedro Sánchez, que será juzgado como responsable de no haber sabido frenar a Vox, disponiendo del plus de ventaja que otorga el gobierno. Los esfuerzos por rodearse de fieles en las instituciones serán estériles, porque hay lealtades que duran lo que se tarda en tomar posesión del cargo.

En resumen, a día de hoy, la única fuerza institucional que tiene Vox son 12 diputados en el Parlamento de Andalucía, lo demás son futuribles, sin embargo ya ha dejado la primera huella en la política española: el 28 A se votará la continuidad o no de Pedro Sánchez, que se juega el todo o la nada.

Aunque sus efectos colaterales llegarán hasta otros rincones, incluidos los de color azul y naranja. Entre todos, le han hecho a Santiago Abascal un hombrecito en política.