Iglesia Católica
Abortos
Según la acreditada revista médica «The Lancet», cada año se practican en el mundo cincuenta y seis millones de abortos, una cifra que no cesa de aumentar y que equivale al balance total de víctimas de la Segunda Guerra Mundial. Cada año: una catástrofe.
Para la moral cristiana el aborto es un crimen especialmente repugnante porque mata a seres inocentes que no tienen, además, la mínima posibilidad de defenderse y de sobrevivir. Por eso es un pecado que lleva consigo la pena de excomunión y cuya absolución, hasta ahora, estaba reservada al obispo o a los sacerdotes a los que este transmitiese ese poder.
El Papa Francisco, que ya había extendido a todos los sacerdotes, durante el Año Santo de la Misericordia, esa facultad de perdonar el aborto ha decidido ahora prolongarla indefinidamente. Todos los sacerdotes, pues, pueden absolver a las personas que hayan participado en la realización de un aborto: mujeres, médicos, enfermeros.
Algunos han debido hacerse un lío en la cabeza y han montado un pequeño alboroto como si el Santo Padre atenuase la gravedad del aborto y, sin quererlo, franquease el recurso al mismo. Si se relee el documento papal, esa interpretación no se tiene en pie.
Abortar será siempre un acto pecaminoso pero, como escribe Francisco, no hay pecado alguno que no pueda ser alcanzado y perdonado por la misericordia de Dios que es un padre que espera siempre con los brazos abiertos al hijo arrepentido.
Este recelo a aceptar la omnipotencia de la misericordia divina tiene su raíz en nuestra incapacidad para comprender a un Dios cuya misericordia es siempre justa y cuya justicia es siempre misericordiosa. Ampliando la facultad de perdonar el aborto el Papa quiere ayudar a las mujeres para que eviten pasar por ese trauma y reflexionen sobre la gravedad de una opción que, en ningún caso, puede ser reivindicado como un derecho o como un hecho normal.
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