Restringido

¿Adónde vas, Pedro Sánchez?

Parecía un buen chico, un político que prometía. Era joven y guapo y, además, del Atlético. Esto último tiene mérito en los tiempos que corren, en los que la prensa deportiva es rehén del duopolio Madrid-Barça, hasta producir vergüenza ajena, hasta la náusea. Pedro Sánchez, de entrada, nos cayó bien a muchos. ¿Qué más se podía pedir? Pero no ha tardado en desconcertarnos. De un tiempo a esta parte, no para de meterse en todos los charcos sin encomendarse a Dios ni al diablo. En esto hay que darle la razón a Rajoy: el nuevo dirigente del PSOE, que ha suplantado al zorro de Rubalcaba, no le llega a éste ni a la suela del zapato en inteligencia política y en sentido de la responsabilidad. Demuestra una gran inexperiencia y una notable confusión. Da la impresión de que improvisa demasiado y que, con la que está cayendo, sólo busca popularidad personal para afianzarse en el liderazgo de su partido. Esto último está por ver. Dependerá de la difícil prueba de las elecciones autonómicas y municipales de primavera. Susana Díaz está en el andén con el equipaje preparado por si pasa de nuevo el tren. Esta vez lo tomará. Fuera de su partido va perdiendo peso después del relumbrón inicial. Se le ve siguiendo a Podemos en su estilo y en sus propuestas populistas, en busca del aplauso inmediato. Es, como la posmodernidad, un político líquido.

De ahí su empeño en arremeter ferozmente contra Rajoy sin venir a cuento, como hizo ayer, en el último pleno del año de control al Gobierno, para que no digan que PP y PSOE navegan juntos. Pretende distanciarse y distinguirse, aunque para ello tenga que descalificar infantilmente toda la acción del Gobierno y hasta desterrar a Mariano Rajoy a las tinieblas del franquismo. Pero ¿quién le ha dado a este muchacho potestad para distribuir a estas alturas credenciales de demócrata? No es extraño que entre viejas figuras socialistas se comente estos días que Sánchez tiene todos los defectos de los que le precedieron y ninguna de sus virtudes. Va a rebufo de Pablo Iglesias. Aún no se ha enterado de que su adversario electoral no es Mariano Rajoy, a quien pretende enviar a codazos a la extrema derecha, sino el otro, el espejo en que se que contempla. Si no cambia de estrategia, en esta profunda reestructuración de la izquierda que está en marcha galopante, el histórico Partido Socialista Obrero Español puede quedar reducido a escombros, lo cual sería lamentable. Un detalle: haciendo el juego a Iglesias, tras su azaroso paso por «Veinticuatro Horas» de TVE, ha calificado a RTVE de «NODO franquista». Es un punto de la campaña. Y ya es hora de salir al paso de semejante memez. Soy en esto un observador neutral, de largo recorrido. Pasé más de veinticinco años en RNE, bajo el franquismo tardío, la UCD y el PSOE. No tengo nada que agradecer a esa casa. Creo que es la única cadena importante que no me ha invitado a hablar ni siquiera en la muerte de Suárez ni en la abdicación del Rey, ni me ha entrevistado con motivo de mis últimos libros, ni me ha llamado a ninguna tertulia. Pero tengo que decir –y si no, reviento– que los informativos de TVE no me parecen hoy más tendenciosos que con los Gobiernos socialistas, sino todo lo contrario. ¡Qué sabrá Pedro Sánchez de «NODOS franquistas» ni de casi nada!