Cástor Díaz Barrado

Aflicción en Alepo

La histórica ciudad de Alepo es una manifestación sobresaliente de lo que está sucediendo en Siria. Esta ciudad del noroeste del país es uno de los ejemplos más significativos de la guerra civil en Siria y del enfrentamiento generalizado que no tiene fin. Alepo es la expresión del desastre. La cuestión siria sigue sin someterse y resolverse en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y tanto China como Rusia no deberían impedir que se adopten medidas por parte de la comunidad internacional para acabar, por fin, con ese conflicto armado. Todos los análisis sobre la situación en Siria resultan, a menudo, equivocados o, al menos, no es fácil predecir qué será lo siguiente que suceda en un conflicto de esta índole. Todo es incertidumbre y sombra. Lo único que sabemos es que la población de Siria viene sufriendo durante mucho tiempo y que, a pesar de los primeros pronósticos, el régimen de Bashar al Asad se mantiene e, incluso, parece que va asentado sus posiciones políticas y militares. Pero Alepo es una imagen de aflicción y desolación. La bella y antigua ciudad de Alepo se deshace entre los bombardeos y se impregna de muerte. Hace unos días, el ataque a la población civil alcanzó a una escuela de esta ciudad y vino a añadir más dolor a los ciudadanos de Siria. Ya no es posible y, por lo tanto, no se puede dejar que los sirios resuelvan por sí mismos este conflicto. Se precisa el compromiso de la comunidad internacional y, en concreto, la voluntad decidida de las grandes potencias para que se acabe con esta situación. Alepo nos rememora los peores males de los conflictos armados: bombardeos sobre la población civil, cortes de suministros, destrucción del patrimonio histórico, secuestro de periodistas y sufrimiento indecible de todos y, en particular, de los grupos más vulnerables. El desgarro de la muerte de niños. Infortunadamente, Alepo se ha convertido en un ejemplo práctico de las guerras de nuestro tiempo. Parece que la comunidad internacional quiere olvidarse de este conflicto y confía en que termine con la derrota de unos u otros. En Alepo no caben las lamentaciones sino la decidida voluntad de respetar los derechos humanos. La comunidad internacional no puede interpretar que Alepo es una pesadilla que desaparecerá al amanecer. Es hora de poner fin al conflicto por los medios que autoriza y permite el Derecho Internacional. Los conflictos no pueden contagiarse y la sociedad internacional no puede tolerarlo. No debemos sumar más fracasos en la convivencia internacional. Hay demasiado desconsuelo en Alepo.