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Aguirre y el Espanyol

Estamos ante una de las proezas de esta Liga. La camiseta blanquiazul, que allá por 1900 lucía en amarillo, ha pasado de coquetear con el descenso a respirar aire puro. Con Javier Aguirre y sus futbolistas, vive hoy más cerca de Europa que del sufrimiento y ha transformado cada calvario dominical en alegría; tanto en el cálido Cornellá como fuera de casa, se ha convertido en un rival considerable.

Resulta digno de análisis deportivo y societario que esta escalada no haya conducido a la renovación acelerada y contundente del entrenador. Tanto los consejeros, desde su reluciente moqueta, como el técnico desde su banquillo han encontrado un feliz punto de encuentro en la consecución del único objetivo. A partir de ahí, cada cosa a su tiempo.

Aguirre anda sobrado de ofertas y en el Espanyol escasean los dineros. Visto así, parecen situaciones distantes y, sin embargo, observo una cierta proximidad. Sabemos que el club desea que se quede, tanto el director deportivo como el Consejo, y se advierte coherencia, serenidad, capacidad para razonar y unidad de criterio. Aleccionador. Me consta, por otra parte, que Javier está enamorado de Barcelona, lo que podría convertir los euros en secundarios dentro de un orden. Lo cierto es que ni el entrenador ha corrido para asegurarse un trabajo ni el Consejo ha perdido la cabeza para ofrecer locuras. Ambos mantienen la calma aportando al club inteligencia, conocimiento y honradez. Desde ahí, siembran para seguir juntos o separarse. No hace falta correr sino saber. Pueden verse hoy y renovar rapidito, en cinco minutos y sin vender humo. Doble éxito.