Iñaki Zaragüeta

Ahora algunos se sorprenden

La decisión de cerrar la Radiotelevisión valenciana es posiblemente la más grave, y la más dramática, que ha adoptado el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, en sus dos años largos de mandato. También inevitable tras cómo se han sucedido los acontecimientos culminados con la anulación del ERE por parte del TSJ de la Comunidad Valenciana, cuyos efectos económicos no puede asumirlas el Gobierno valenciano, menos en este momento en el que su Administración pública es objeto de reestructuración.

En este aspecto, Fabra ha sido consecuente y valiente. Consecuente porque ya lo había advertido tras algunas decisiones de la actual dirección contra su criterio. Y valiente, porque ha agarrado el toro por los cuernos y no ha esperado a engordar el problema para perjuicio de todos. Lo curioso es que, durante 24 años, todos, especialmente el poder político, agrandaron la plantilla innecesariamente y el agujero económico hasta hacerlo inasumible. Cuando llega quien pretende poner orden y hacerla viable, recibe la oposición desde dentro y es torpedeado desde la RTVV, de forma que, en lugar de 1.000 despedidos, lo serán 1.700. Los más perjudicados, quienes no tienen culpa de nada, los trabajadores. El Tribunal ha sido tajante y demoledor desvelando las vergüenzas de demasiados al concretar nada más y nada menos que tres causas para la nulidad. Cualquiera de ellas, por sí sola, hubiera bastado para este, humanamente hablando, trágico desenlace. Lo curioso es que todos aquellos que sabían que la declaración de nulidad del ERE conllevaba el cierre de la RTVV, se lleven ahora las manos a la cabeza como expresión de incredulidad. Así es la vida.