César Vidal
Ajaja... Floriano
VM es un empresario que hace más de dos años, convencido de que la economía española no iba a remontar, optó por marcharse al extranjero. Se encuentra domiciliado fiscalmente al otro lado del Atlántico donde además paga sus impuestos, pero no ha logrado que la Seguridad Social deje de embargarle todos los meses una cuota de autónomos que le cobra injusta, pero pertinazmente. CR se vio sometido a una inspección de la Agencia Tributaria que le informó de que el salario que le pagaban en su empresa no era de acuerdo al «valor de mercado». Basándose en semejante disparate legal, la Agencia Tributaria procedió a despojarle de los impuestos correspondientes a un salario que jamás había percibido, más el recargo, más las multas. Es cierto que la Agencia Tributaria pierde más de la mitad de los contencioso-administrativos, pero, de momento, CR se vio sumido en la ruina, su empresa entró en pérdidas y sus empleados, por más que intentó evitarlo, se vieron en la calle. Claro que peor fue el caso de un conocido suyo que se dedicaba a la producción de espectáculos teatrales. El IVA del 21 por ciento lo hundió, primero, económicamente y luego físicamente. Contrajo un cáncer que los médicos atribuyeron al stress y su único consuelo fue el de colocar sobre su tumba una lápida bajo la cual descansa y en la que insultaba groseramente a Montoro. EA había llegado a Madrid procedente de provincias en los años sesenta. A costa de mucho trabajar, logró tener dos restaurantes. Lo cuento en pasado porque las reformas tributarias de hace un trienio lo arrastraron a la quiebra hace ya un año y tuvo que desprenderse rápido y mal del fruto de un trabajo denonado de varias décadas. Los empleados en su mayoría pasaron a las filas del desempleo. Todos estos casos son reales y tienen nombres y apellidos. He consultado con ellos tras conocer los cambios anunciados por Mariano Rajoy. Salvo el difunto – con el que no he hablado dado que no soy adepto de ninguna escuela espiritista– todos ellos son presa de la mayor euforia. No exagero si les digo que la sustitución de Floriano los tiene suspendidos de gozo. Ninguno va a recuperar su empleo, su dinero extraído con sofismas funcionariales ni su empresa. Sin embargo, ni a uno solo de ellos –con la excepción del difunto– les cabría una pajita por el ano del entusiasmo que los embarga al saber que Floriano, el indiscutible culpable de sus tribulaciones, ha sido trasladado.
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