Alfonso Ussía

Al «Guinness»

Sin pretender molestar a nadie vuelvo a repetir, que de acuerdo con mi opinión, el «Libro Guinness de los Récords» es un homenaje a lo innecesario, cuando no a lo mendaz. Lo abrí una tarde por una página cualquiera y me topé con el «récord» del mayor bocadillo de mortadela de la historia de la humanidad. Se trataba de un bocadillo de mortadela de más de cien metros de longitud, y ahí estaban en una fotografía todos los bocadilleros felices. No se registra en el libro la «Tontería mas grande pronunciada por un nacionalista», con toda probabilidad, porque son tantas las majaderías que han dicho que resulta infinitamente más fácil organizar en un lugar cualquiera el intento de superar el actual «récord» de longitud del bocadillo de mortadela. Para mí, que hasta la fecha, el «récord de la tontería nacionalista» lo tenía una fallecida señora de Guecho que para indicar la dirección de su casa superó al propio Sabino Arana cuando escribió que si los «maketos» aprendieran un día a hablar en vascuence, los buenos nacionalistas tendrían que aprender el noruego. Así, que a la pregunta –¿Y usted dónde vive en Neguri?–, la buena mujer respondió: «Llegando de Inglaterra, la segunda calle a la derecha». Muy a mi pesar, debo anunciar que la difunta señora ha perdido la medalla de oro, y que ésta le corresponde al dirigente de Unión Democrática de Cataluña, José Antonio Durán y Lleida, que como Carod Rovira, es de Huesca. Durán es un nacionalista confuso. Se siente sólo catalán cuando está en Cataluña, y catalán y español cuando se mueve por Madrid, que lleva moviéndose por Madrid más años que los vividos por el Príncipe de Gales para ser Rey de Inglaterra, que todavía, nada de nada. Durán, con el propósito de echar por tierra el proyecto de la «Ley Wert», que lo único que pretende es que todos los niños de España tengan la oportunidad de estudiar en español compaginando su aprendizaje con el resto de los idiomas autonómicos, soltó la siguiente barbaridad: «En las escuelas catalanas, en el recreo, la mayoría de los alumnos, lamentablemente, sí, lamentablemente, hablan en castellano». Es decir, que hablan el idioma que les resulta más cómodo y familiar, lo cual nada tiene de extraño, porque comparten esa naturalidad y comodidad con más de cuatrocientos millones de personas distribuidas por todo el mundo.

Que un diputado español, considere que el uso fuera de las aulas del castellano por parte de los colegiales de Cataluña sea un hecho lamentable, sí, lamentable, nos da a entender que la inflexible memez localista se ha impuesto de tal manera en España, que esto no tiene remedio. Los diputados socialistas presentes en el hemiciclo aplaudieron satisfechos la revelación de Durán y Lleida, como era de esperar.

No me gusta ser excesivamente expresivo en el uso de los calificativos, pero lo que dijo Durán, y con todos los respetos o ninguno de ellos, se me antoja una burrada de altísimo tono en el rebuzno. Hablaba del recreo. Si a esos niños se les impone el exclusivo uso del catalán en las aulas, que hablen en español fuera de ellas no significa otra cosa que las dos lenguas son perfectamente compatibles y armónicas. Los entrenadores de fútbol y baloncesto del C.F. Barcelona (Centro Fundamentalista Barcelona) también usan el español para entenderse con sus jugadores, más aún cuando Messi lleva once años en Cataluña y todavía no ha aprendido a cantar lo de la «Font del Gat», lo cual, por otra parte, a mí me parece bien porque no se puede perder el tiempo cantando esas banalidades. Los niños de las escuelas catalanas, en el recreo sueñan con ser como Messi, y jugar en el «Barça», y por eso hablan en español. Para entenderse en los entrenamientos. Lamentable, sí, lamentable, señor Durán. Malvado idioma el de Huesca.