César Lumbreras

¡Al lío!

La Razón
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Termina agosto y no se ha despejado la gran duda: ¿habrá Gobierno o iremos a terceras elecciones? De momento, en la letra pequeña, los del PP y Ciudadanos parece que se han atascado. Era previsible que sucediese esto, tal y como puse de manifiesto cuando firmaron la letra grande de su acuerdo. Otra noticia de las últimas horas es la maniobra puesta en marcha para evitar que, si hay que volver a las urnas, sea el 25 de diciembre. Sin embargo, después de repasar lo sucedido en este mes, me quedo con el grave problema de fondo que supone, para España, la situación actual del PSOE. Lo de menos es que Sánchez lleve de vacaciones, saltando de chiringuito en chiringuito, parte de julio y casi todo agosto. Eso es tan sólo un síntoma más de la enfermedad que está carcomiendo ese partido. Me dice gente que conoce muy bien lo que se cuece en Ferraz, que Sánchez se siente amenazado y que por eso está a la defensiva, rodeado de su corte de fieles, aunque no sean eficaces. Ese equipo es de la opinión de que los votantes tradicionales y más ideologizados del PSOE no entenderían una abstención que permitiese gobernar a Rajoy. Parece que no importan los otros votantes, que, sin ser militantes, le han dado su apoyo en ocasiones anteriores, cuando el partido se ha presentado con propuestas centradas. Este verano la comunicación del PSOE ha fallado y no sólo por el líder. Me dicen que Susana Díaz, aunque no da el paso adelante, está hablando con todo el mundo que tiene algo que decir. En esta última semana de agosto ha estallado con virulencia una gran crisis interna entre los socialistas gallegos; Abel Caballero, el alcalde de Vigo, al que algunos ya llaman la «Susana del Norte», está al frente de la rebelión contra las maniobras de Ferraz, mientras que desde el equipo de Sánchez no dudan en acusarle de cacique. La verdad es que España no puede permitirse un PSOE hecho jirones, tal y como está ahora.