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Algo pasa con Nole

La Razón
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El final feliz existe en muchas películas, en el deporte, porque siempre gana alguien, y en ocasiones también en la vida. Acariciábamos la idea de que Ignacio Echevarría hubiese sobrevivido a la barbarie después de combatir el terrorismo con un monopatín. Con semejante «arma» acudió en ayuda de una joven que estaba siendo apuñalada por un hijoputa. Lo intentó, pero terminó acuchillado hasta morir por los otros dos compinches del yihadista, viles asesinos que, demasiado tarde, fueron abatidos por la Policía después de sembrar de cadáveres y heridos las calles de Londres. Y de dolor a las familias y amigos de las víctimas. Y de horror al mundo civilizado.

Ante estos sucesos no hay convivencia posible. No hay perdón. El rencor de los criminales es contagioso... Hasta que la razón y la conciencia vencen al sinsentido. Entonces volvemos a valorar lo que parece superfluo, pero no lo es. La esperanza deshace el nudo que nos ahoga, sale el sol y al final ganan los buenos, como en muchas películas, como en el deporte, como tantas veces en la vida.

Al abrir la ventanilla del optimismo asoma lo intrascendente con superpoderes. Otros pensamientos. Otras situaciones. A Rafa Nadal le rebajaron del servicio las lesiones. Ha vuelto. ¿Y Novak Djokovic? Algo pasa con Nole. Uno pisa fuerte y el otro se hunde sin explicación aparente. A Thiem le han bastado tres sets para destrozarle en Roland Garros. Las lesiones de Djokovic son de cabeza, el mejor aliado de Nadal en toda su carrera. A Rafa le traiciona el cuerpo, pero no la mente.