Cristina López Schlichting
Algodón soviético
En 1992 se me taponó un oído en Tbilisi, la capital de Georgia, cuando cubría la llegada de Shevardnadze a la república, de manera que no podía seguir las ruedas de prensa. Mi amigo Giorgyu me llevó al hospital y un médico, sin que pudiésemos intercambiar palabra –evidentemente, no hablo georgiano– rodeó minuciosamente la punta de un trozo de alambre con algodón y se dispuso a «intervenirme». Como estaba acostumbrada a las inyecciones de agua de mi doctor de cabecera, no acababa de creer que fuese a meterme eso por la oreja, pero lo hizo varias veces, hasta extraer el cerumen. «Es un doctor excelente, ya sabes que la medicina soviética es famosa», subrayó mi amigo al salir. No lo he dudado nunca, pero si les describo las bandejas roñosas, los pasillos desconchados y, sobre todo, la cara del pobre médico cortando alambre con tenazas, alucinan con los soviets. La Educación y la Sanidad son los estandartes del populismo de izquierdas, que es incapaz de reconocer que en EE UU hay hospitales punteros o que existen distintas formas de organizar sistemas de salud o colegios, sin necesidad de pasar por Castro. La politización es tan grave que no es posible abordar un debate sobre la racionalización sin que los sindicatos se echen a la calle. Cuando estuvimos al borde de la quiebra, se hizo imposible seguir gastando lo que gastábamos, pero ponerle el cascabel de los recortes al gato ha sido tela marinera. La lenta recuperación permite ir soltando el freno poco a poco, pero es una lástima percibir que el debate no va a estar en cómo hay que ir reincorporando gastos, sino en hacer que la audiencia vote más a uno u otro partido según se presente más o menos hábil para torear la demagogia. El ministro ha ofrecido diálogo, que Dios le asista.
✕
Accede a tu cuenta para comentar