OTAN

Alianza atribulada

La Razón
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OTAN, Organización del Tratado del Atlántico Norte, contribuyó poderosamente a la estabilidad en Europa durante la Guerra Fría, a pesar del amenazador despliegue soviético en la frontera interalemana, siempre reclinando sus espaldas en el dispositivo nuclear americano. Cumplió la definición que Churchill daba de toda alianza: un ejercicio de recriminaciones.

La historia de la OTAN es una historia de incumplimientos de compromisos solemnemente proclamados, y de los subsiguientes reproches con sordina diplomática, más o menos como sucederá con los que se adoptaron ayer al finalizar la cumbre que la Organización celebró el viernes y sábado en Varsovia. A la anterior promesa de situar su gasto militar en un 2% del PIB sólo se han atenido Estonia, Grecia, Polonia y Reino Unido. Estados Unidos, con sus responsabilidades mundiales, está, por supuesto, muy por encima, pero arriesgadamente por debajo de los exigentes requerimientos de esas enormes responsabilidades de las que depende un cierto orden y una cierta paz mundial.

A nosotros nos falta un trecho para llegar al 1% y el desequilibrio entre personal y material es grande. Nuestros militares se esmeran en sacar a su presupuesto el mejor partido posible, pero entre los infinitos postureos a los que ha dado lugar el medio año de crisis política, ¿alguien ha visto que los temas de seguridad internacional y su secuela defensiva hayan salido a la palestra? Consideramos el mundo ampliamente ancho y ajeno, y lo que sucede o pueda suceder en la otra punta del Mediterráneo y en Europa Oriental no es más que un penoso espectáculo que de vez en cuando inunda nuestros medios, por el que no nos sentimos particularmente concernidos.

Ucrania está casi desaparecida y Siria sólo sale a colación por las oleadas de emigrantes que emite. Por mayor proximidad geográfica o más amplio sentido histórico otros europeos que han vivido dos guerras mundiales y han percibido en sus carnes los tirones y pinchazos de la Guerra Fría, se toman algo más en serio la tarea de pararle los pies a Putin en sus manejos para desestabilizar nuestro continente, mantener amedrentados a los antiguos súbditos de Moscú y hasta reconquistarlos si bajamos la guardia y la oportunidad se presenta. En Ucrania el acoso es incesante y la sangría continua. La presión nunca afloja sobre los países bálticos, que saben que podrían ser barridos en 36 horas.

En la OTAN parece que la caída de presupuestos por fin ha tocado fondo, aunque el 2% del PIB sea sólo un hito ideal que se fija para medir las desviaciones. Los cuatro batallones que los americanos, con colaboración europea, están instalando en esos países no son mínimamente rivales para las fuerzas rusas desplegadas enfrente. Pero se trata de que si son arrollados el hecho tendría consecuencias. Al menos para que Putin se lo piense dos veces.