Toni Bolaño

Amigos y compañeros

La Razón
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Sergio Pascual ya no es el número tres de Podemos. Ahora es sólo diputado raso. En las últimas horas ha sido acusado de «gestión deficiente» –Pablo Iglesias–, «discrepancias tácticas» y «problemas de organización interna» –Carolina Bescansa–, «estrategia inadecuada» –Irene Montero, jefa de gabinete de Iglesias– «errores» –Rafael Mayoral–, y de «poner la situación personal ante el proyecto colectivo» –Juan Carlos Monedero–. Eso sí, Bescansa puso la guinda al rosario de improperios: ante todo «somos muy amigos y nos queremos», para acabar con una frase lapidaria «no nos tienen que doler prendas por tomar decisiones que corrijan errores». Algo similar pensaron los dirigentes bolcheviques cuando asaltaron a sangre y fuego a los marineros de Kronstadt porque como todo el mundo sabía «eran agentes de la contrarrevolución». Cuando Lenin y Stalin cargaron contra la dirigente comunista alemana Rosa Luxemburgo y criticaron de forma sistemática el luxemburguismo como un «error» de la teoría comunista. Karl Kautsky, líder del SPD alemán, tampoco corrió mejor suerte cuando Lenin lo calificó de «oportunista y renegado». Su compañero Bernstein obtuvo un peor calificativo «revisionista». Trotski tuvo peor fortuna. Era el número dos del partido con Lenin pero cayó en desgracia con Stalin. Desapareció de las fotos –y, por ende, de la historia soviética– y fue acusado duramente de «anteponer su interés personal».

Lenin y Stalin debieron pensar, como la señora Bescansa, «no nos tienen que doler prendas por tomar decisiones que corrijan errores». El problema es quién define qué es error y qué no. Pascual ha sido pagado con la misma moneda que él utilizó para poner «orden» en los círculos locales o autonómicos díscolos con la dirección. La mayor democracia del mundo se nos presentó hace unos pocos años «para cambiar las cosas» bajo el manto de la «nueva política». Lamento decirlo, pero el centralismo democrático más intransigente no es nuevo y fue el «alma mater» de aquello que ya fracasó en la URSS y se llamó dictadura del proletariado.