Champions League

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Ánimos, democracia y ciudadanos

La Razón
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L22 Dolor

La felicidad es no tener dolor, según el doctor Carlos López Otín, catedrático de Biología en la Universidad de Oviedo. Su conferencia en la Fundación March, magnífica.

Dolor: ¿le duele al Barça la victoria del Madrid en la Liga?

–Al Barça –dice mi compañero azulgrana– le duele todo lo que hace feliz al Madrid.

Mi compañero, dolorido, es sin embargo objetivo:

–La Liga es el torneo de la regularidad, que se dice. La regularidad, ¿qué es? Una ecuación de goles y fallos. Es obvio que el Barça, como señala incluso Luis Enrique, falló contra el Celta y el Málaga, y obvio es también que contra esos equipos no ha fallado el Madrid.

Luis Enrique y Zidane, dos estilos, dos modos de ver las cosas. Luis Enrique: «Vine para ser un líder. No tengo nada que reprocharme». Siempre exquisitamente soberbio. No es crítica, es definición.

Zidane: «El mérito de lo logrado es sobre todo de los jugadores». Zidane sigue perteneciendo a la escuela de entrenadores que sostiene que «ellos son el talento de sus jugadores».

M23 Edad

Ángel María Villar ha sido reelegido por mayoría aplastante o arrolladora, que tanto monta: ni un voto en contra (112 a favor, 11 en blanco y 6 nulos) .

–¡Veintinueve años en la Moncloa del fútbol, qué tío! Sesenta y siete años y funcionando todavía, ¡qué tío!

El hombre es cuerpo, alma y genoma, por un lado. Y por el lado de la democracia, es la aritmética de los votos.

–¿Por qué ha perdido Jorge Pérez?– me preguntan todavía.

Competitivamente, no ha sido leal. Cuando compite, el hombre debe de hacerlo con las armas de la nobleza.

Villar, 67 años, repito. ¿Viejo? El único problema de la vejez es sentirla. Ignorarla. No es viejo quien siente ideales e ilusiones. Villar, tras la campanada de su reelección sin un solo voto en contra (milagro democrático):

–Me siento más fuerte e ilusionado que nunca.

X24 Clima

El estado de ánimo cambia en función de factores varios.

–«Aquí estoy feliz. Me gusta el Atlético, su ambiente, y el ambiente de Madrid», decía no hace tanto Griezmann.

Si a él le gustan el Atlético y Madrid, a mí me encanta su fútbol, su compromiso con el Atlético. Pero, sorpresa, la noticia hoy es que está cambiando el «clima» de su ánimo. Lógico: el clima es eso que, alarmantemente, está cambiando, en el planeta Tierra.

–Para mal, oiga.

¿Va a cambiar de clima, esto es de equipo, Griezmann?

–«Jugar, hacer goles y ganar títulos, es que yo quiero ganar títulos», argumenta ahora para justificar su cambio de ánimo.

El fútbol, amén de juego y ocio, es, como se sabe, mercado y negocio (para los futbolistas). El fútbol enriquece en pocos años a los que destellan. Griezmann destella. No sé exactamente lo que gana en el Atlético, pero seguro que no es poco.

–Lo que ocurre –me susurran– es que el Mánchester de Mourinho lo está «contaminando» con una gran oferta. Tiene otra.

Maldito clima el clima del dinero y del ánimo, ¿no? Cabe, pues, que pueda irse.

–Si se va, otro vendrá que hará que se le olvide –me dicen–. Al Atlético se le da de maravilla fichar arietes de enjundia: Agüero, Forlán, Costa, Falcao...

J25 Pasado

Agua pasada no mueve molino, que dice el refrán, pero un pasado con genealogía de títulos mueve el presente y el futuro.

–Este es mi linaje profesional –puede decir ya en su despedida del Barça Luis Enrique–: si ganamos la Copa, sumaré nueve títulos. ¿Qué entrenador hay en la historia del fútbol español que haya arracimado tantos títulos en sólo tres años?

Parece que sólo él. Tengo mala memoria para la cosa estadística. Le sustituye (es ya un hecho, si bien no anunciado todavía oficialmente) Ernesto Valverde.

V26 Calando

El demócrata de papeleta, urna, salario y afición al fútbol está hecho un lío.

–Si el señor Puigdemont– me argumenta un demócrata forofo del fútbol– es, constitucionalmente, un delincuente, ¿por qué le hace cucamonas la alcaldesa de Madrid y le alquila (barata) una sala del Ayuntamiento para que siga cachondeándose de la Constitución? Yo, de verdad, ya no sé qué es ser demócrata en este país, ni para qué sirve la Constitución, ni para qué votamos. ¿Para romper España, para alimentar la sedición?

Ésa, también de verdad, es la sentida y aturdida impresión que hay ya en la calle.

–Es de esperar –agrega y desea– que no se convierta también el Manzanares, con motivo de la final de la Copa, en un clamor de desamor a España.

Está calando en la gente, sí, y cada día más, ojo a ello, que la democracia, para algunos políticos con representación y mando constitucional, no es lo que el ingenuo ciudadano de papeleta, urna, salario y afición al fútbol piensa que es la democracia.

–Trabajan para ellos, piensan en ellos. ¿España? Que le den.