César Lumbreras

Año y medio electoral

Tras dos años y pico de tranquilidad electoral, estamos a punto de meternos de lleno en un periodo de veinte meses, en los que vamos a tener que acudir tres veces a las urnas. La primera cita será el 25 de mayo para elegir a los eurodiputados que nos representarán en el Parlamento Europeo. Aunque nunca es bueno «pasar» de unas elecciones, en esta ocasión conviene recordar que ahora esta Cámara tiene poder y ya no es como antes de que entrase en vigor el Tratado de Lisboa. La segunda cita será en la primavera del año que viene, cuando haya que renovar los ayuntamientos y la mayor parte de las comunidades autónomas. La tercera será a finales de 2015 porque tocan elecciones generales. Eso de meternos de lleno en un periodo de alta intensidad electoral no es, en sí mismo, ni bueno ni malo; es lo que toca. Eso sí, no parece el mejor momento para que el Gobierno de turno adopte medidas de ajuste, que son, en principio, impopulares. Y esto puede ser un peligro, porque hace falta continuar con algunas reformas estructurales, que permitan poner las bases de un nuevo modelo económico, y que podrían quedar paralizadas.

Claro que, visto desde otro punto de vista, la llegada de este periodo electoral tendrá una parte positiva, consistente en que los gobernantes bajen a la realidad y no vivan de espaldas a los ciudadanos, dada la necesidad de conseguir su voto. De momento, para abrir boca, hay otras elecciones a la vuelta de la esquina: toca renovar al presidente y a casi todos los cargos de la Conferencia Episcopal. Servirán para comprobar si los nuevos aires que soplan en el Vaticano se trasladan a España.